Anda uno un tanto perplejo ante el ruido mediático generado por la expulsión de Diego Costa el sábado pasado en el Nou Camp, que le ha vuelto a poner en el disparadero entre la afición rojiblanca, si nos ceñimos a los numerosos comentarios vertidos en ese ‘ente’ que se ha dado en llamar Twitter-Atleti. Al igual que me sucede con Griezmann y su futuro este verano, por razones de pura salud mental, prescindiré de valorar si la expulsión fue justa o injusta, el pronombre (‘me’, ‘te’, ‘se’ …) utilizado por el hispano-brasileño, lo que el árbitro dijo o dejó de decir que le dijo Costa, la redacción del acta (en fondo y forma), las causas que pudieron motivar su monumental cabreo (ese es evidente que lo hubo) y que todos sospechamos, las estadísticas de expulsiones con el mismo sitio y con el mismo rival, la inacción u omisión de la directiva rojiblanca a la hora de levantar la voz ante ciertas situaciones (y no me refiero, en concreto, a la del sábado; o sí), si otros jugadores, con otras camisetas, no son juzgados por el mismo rasero ante similares acciones.
Me centraré, porque es lo único que a uno le importa de verdad, en el deporte, en el juego y en si, viendo lo ocurrido en los últimos meses (o, incluso, desde que regresase a la disciplina rojiblanca), resulta beneficioso que Diego Costa continúe el próximo año en el Metropolitano. Porque uno ha oído, en estas 48 horas, desde el manido “Siempre en mi equipo” hasta el “no debería jugar ni un minuto más con la camiseta rojiblanca”.
Diego Costa es puro temperamento, puro carácter, un guerrero, un luchador, un volcán en erupción, un jugador muy agresivo cuando está motivado y enchufado en los partidos. Y eso tiene cosas buenas y cosas malas; eso le hace ser ángel y demonio a la vez. Lucha, presiona, grita, se faja, tira diagonales, se desmarca, abre huecos para sus compañeros, desquicia a los defensas… esta anécdota que cuenta Simeone, además de ser genial, es la definición perfecta:
La cruz de la moneda es que ese carácter puede desembocar en circunstancias como la del pasado sábado. Y convendría en este punto no olvidarse de dos matices. Uno primero puramente relativo al equipo: llevan algunos mucho tiempo diciendo que, desde que se fueran los Gabi, Raúl Garcia, Miranda y demás, este equipo no tiene carácter; y que ese es nuestro gran problema actual (el último ejemplo es la dolorosa derrota en la desgraciada noche Turín). Y cuando un jugador lo tiene y lo pone en el campo, “no debería jugar ni un minuto más con la camiseta rojiblanca”. Y el segundo, que ya va a más puramente al ámbito de la percepción tanto de aficionados como de medio de comunicación, es que, desde su llegada a la Liga española (hace ya unos cuantos años), Diego Costa solo ha sido expulsado en cuatro ocasiones; y parece que lo está cada domingo. Por cierto, si no le falla uno la memoria, otra de las expulsiones fue por celebrar un gol con la grada. Me reservare el aquí los comentarios sobre el hecho en si y el agravio comparativo (la salud mental y no hacerse mala sangre, ya saben).
Si hablamos del carácter, con todos sus pros y todos sus contras, este humilde aficionado lo tiene claro: conmigo.
Sin embargo, llevan ya a uno acechándole bastante tiempo ciertas dudas en lo que se refiere al rendimiento, puramente deportivo, de Diego Costa; y que ya apuntaba en un articulo previo. Hay mucha gente que piensa que, aunque no meta goles, es un jugador vital para este equipo por todo lo demás que hace. Es muy probable sea cierto; pero a uno siempre le quedara el recuerdo (amargo, en este caso) de que el Costa que se fue al Chelsea hacia todo eso y, además, metía goles. Diego Costa ha metido este año, entre todas las competiciones, cinco goles. Y dos fueron en el glorioso y (casi) lejano Tallin.
Y puede que la reseñada ausencia de goles no sea mas que la consecuencia de las repetidas lesiones que viene sufriendo desde que volvió y que, cierto es, no le han permitido tener una cierta regularidad. Y esto si que lo ve uno como un problema de verdad; la verdadera disyuntiva del Atlético; el planteamiento real que debe hacerse la (no) directiva a la hora de continuar o no con Costa. ¿Son las lesiones un problema, como está pasando con tantos otros, de preparación física? ¿Es el profe Ortega? ¿Es la (no) pretemporada en los Ángeles de San Rafael? ¿Son ya un problema congénito a su edad? Tampoco es tan mayor, por cierto, dicho sea de paso.
No lo sé. No voy a ser tan soberbio como para afirmar una, otra cosa, o la de mas allá. Sin embargo, como conclusión, su carácter, aunque con ciertas cosas injustificables, es bastante más una ayuda que un problema; las lesiones y la ausencia de gol son justo lo contrario.
Y, como final de todo este “rollo”, uno se lo quedaría. A muerte, por cierto.
P.D. Juré (un poco mas arriba) no hablar de ciertos asuntos, pero soy incapaz. Son impresentables las declaraciones del representante de la directiva rojiblanca después del partido del Camp Nou.
10 abril, 2019
Diego Costa es un jugador al cual le han hecho mucho daño los medios de comunicación. Se le ha vendido en esos medios, como jugador violento.
Aún recuerdo la portada de AS en la cual se le señalaba como que había escupido a Sergio Ramos. La Televisión demostró que había sido al revés y que lo que hizo Costa fue devolver el escupitajo a Sergio Ramos. As, no hizo otra portada pidiendo disculpas por el error cometido.
Creo que cometió un error adoptando la nacionalidad española.En ese punto, los medios de comunicación, desde el primer día, sembraban la duda si debería ser él, el delantero centro de la selección. Al no pertenecer a uno de los dos grandes y no estar de seleccionador un hombre como Luis Aragonés, el cual osó no convocar a Raul, los medios de comunicación le pusieron en la picota.
Mi particular opinión sobre él, es que me gustaría verle una temporada sin lesiones, junto a Morata y teniendo detrás a Griezmann o Lemar.
Pero bueno, lo más seguro es que le pondrán ocho partidos y eso va a dificultar el que se queda.
Ayer escuché una opinión sobre el tema de la expulsión a Charlie Rexarch y me pareció modelica..
Opinaba que un buen arbitro, en un partido de este nivel, debe saber escuchar lo que le dicen. El reconocía que muchas veces había sido testigo de «conversaciones» de este tipo.
La solución de «saber escuchar» Rexarch la exponía de una forma muy clara. «El arbitro después de escuchar lo que le digan en este tono y con estas palabras, un buen arbitro, lo que debe decirle al jugador es ¿Me puedes repetir lo que me has dicho?» Eso hace que el arbitro cambie totalmente la situación planteada, ya que el jugador, que va a doscientos por hora, es incapaz de repetir el insulto.
12 abril, 2019
eso es lo que diferencia a una persona que sabe ser arbitro de un pastor de cabras al que le han puesto un uniforme y se cree el rey del mambo.
deberiamos pedir firmas para que se retire gil manzano..
12 abril, 2019
Lo que tienen que hacer los clubes, es en este caso el atlético recusar de por vida a este sinvergüenza, y que nunca más pite ni en el Wanda ni en otro campo por lo menos al atlético.