Fuera de casa

Se reanuda la Liga y hay quien todavía se sorprende de que lejos de casa se juegue mucho mejor que dentro. Algo que sabíamos de sobra los que llevamos media vida dejando lejos del hogar nuestras mejores actuaciones y, sobre todo, nuestros principales fracasos. Lo sorprendente es que hayan tardado tanto tiempo en averiguarlo. Al Atleti se le ha dado bien, con un empate en San Mamés y dos victorias contra Osasuna y Levante, así como un buen tono general de los jugadores, que sólo ha deslucido el pelo tintado de bastantes futbolistas que a estas horas debería ser una causa en la mesa de la fiscalía. En cambio, Griezmann, a quien seguimos mirando de reojo, ha regresado a la Liga más intrascendente y desdibujado que nunca, lo que nos ha bastado a los atléticos para encontrar ahí la misma satisfacción que cuando te cruzas con tu ex y la notas más vieja, deteriorada y con algún kilo de más.

Se extiende la fiebre por el revisionismo y la estupidez. Piden cambiar de nombre a los Conguitos y varias plataformas de televisión se apresuran a purgar su catálogo de películas. Es sólo cuestión de tiempo que esta moda alcance al fútbol y se censure la mano de Maradona en Mexico’86. O que vayan más allá los guardianes de la moral futbolística y crean inapropiados los trofeos ganados con estilos alejados de la posesión y el manoseo del balón, y pidan borrar de los libros de historia los títulos conseguidos por Simeone, en aras de conservar la esencia del fútbol.

Mientras se va decidiendo la Liga, parece que Lisboa apunta a ser la sede de las eliminatorias pendientes de Champions League. Para cualquier atlético la ciudad portuguesa llevará siempre grabado un aroma a fado, vino verde y derrota, porque un maldito cabezazo nos arrebató el sueño de las manos. Aun así, hay atléticos que se han alegrado y creen ver una oportunidad para que el destino, en una suerte de justicia, nos permita ganar la maldita copa para después fundirla y arrojarla al Manzanares. Como si la vida no nos hubiese demostrado suficientes veces ya que buscar justicia en el fútbol es tan fácil como encontrar romanticismo en las ferreterías. 

La vida te cambia por un partido, un gol o una visita al médico. La clave está en aprovechar los trenes que pasan, subirse a ellos olvidándote del revisor y el destino. Las rachas del gol son esos trenes y, ahora mismo, Llorente está subido en uno de alta velocidad; se le ve disfrutando y hace bien en saborear el viaje y no preocuparse por si le llevará al Nirvana o descarrilará en una pensión barata. Él también ha aprendido que fuera de casa se disfruta más.

Autor: Pike Bishop

50% de Bishop and Gittes. La mitad legal, concretamente. En esta vida de lo que realmente sé es de bares y del Atleti. Del resto, un mero aficionado.

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