Probablemente muchos de los que hoy andan haciendo cábalas para viajar a Dortmund no habían nacido cuando el Atlético de Madrid encargó a Joaquín Sabina la letra para conmemorar el centenario del Club. En aquella canción, himno, si quieren llamarlo así, había un verso que podía acercarse a lo que puede ser una definición exacta de lo que es el Atlético de Madrid: «Que manera de subir y bajar de las nubes.»
El Atlético de Madrid es una montaña rusa de emociones. La locura que nos mantiene cuerdos en nuestro día a día. Lo más cercano a la vida, tan impredecible como real. Tras el partido de San Mamés, eran muy pocos los que creían en la remontada. No pasa nada por asumir que una amplia mayoría acudió al Metropolitano deseando no volver a casa con el bochorno de una goleada en contra. No fue así. Oblak, al que todos juzgan, y seguirán juzgando, por una única tanda de penaltis, clasificó al Atlético de Madrid entre los ocho mejores equipos de Europa. El Metropolitano vibró, saltó, coreó, y emuló ser ese hermano todavía pequeño del Vicente Calderón. La afición había olvidado ya lo de Bilbao y se volvía a colocar en una nube, una parecida a la que los llevaba camino de una final copera semanas antes.

La visita del Barcelona volvió a obligar a más de uno a poner pie a tierra. En un partido en el que los de Xavi no tuvieron necesidad de hacer gran cosa, el Atleti encajó tres goles con bastante facilidad. Las individualidades ganan partidos, y dan puntos, que se lo apliquen en los despachos.
Con la montaña rusa en plena bajada, las opciones de rematar una temporada de notable son altas. Habiendo llegado a semifinales de Copa y teniendo opciones de avanzar más allá de cuartos de Champions, conseguir el objetivo marcado por el Club en Liga certificaría una temporada, por números, bastante buena.
20 marzo, 2024
» Qué manera de subir y bajar de las nubes, que viva mi Atleti, de Madrid »
Retrato fidedigno y cabal, de nosotros y nuestro equipo. Así es, insuperable.