He cerrado el bote de vaselina. Tranquilos… todo el mundo sabe que Ñíguez es bueno, buenísimo. Que tiene una brillante carrera por delante, calidad, empuje y orgullo suficiente para ser parte importante del Atlético está tan claro como los días de verano en Cádiz.
El minuto 46 del Atlético – Eibar me recordó una conversación de hace unos meses con un miembro del cuerpo técnico del conjunto colchonero. “Por el centro no” me dijo. Serio, tajante, sin dudas y con una pizca de rabia por decir algo en lo que su jugador no era perfecto. Y hoy debo decir que tenía razón.
Cada vez que ocupa la parcela central del campo (o bien en defensa o en ataque) aparece más, se ve más su potencia y su llegada al área contraria. Pero se corren riesgos como lo que vimos en el Calderón. Enrich le apretó, él dudó y Keko marcó. 0-1 y a sufrir.
Es la razón por la que Saúl ha jugado menos minutos de los que a la gente le hubiera gustado. Sus errores ponen en tensión a Simeone. El sábado fue ante el Eibar. Pero ¿y si sucede ante el Bayern de Munich? En las eliminatorias de rompe-paga sería un milagro que esos desajustes no te costara un disgusto.
¿Qué hacer? Seguir el modelo de Koke. Llevarle a una banda, alejarle de la zona de riesgo, acercarle más al área rival que a la de Oblak y conseguir estabilizar su juego. En todo lo bueno que aprendió en el Rayo hay algo malo… El hecho de sacar siempre la pelota jugada era obligación en el Rayo y es pecado de banquillo con Simeone.
En todo lo demás, Saúl es casi perfecto.