Soy un romántico. Eso es así. En mi estreno en La Vida En Rojiblanco hablé del amor de verano para ilusionarse esta temporada. Y vamos a seguir esta línea amorosa (que no telefónica, no se confundan).
En las historias de amor siempre hay altibajos. Se ve en el día a día y en todas las películas. De hecho, se pasa por varias fases y con distintos niveles de intensidad en cada una de ellas. A veces unas son mejores que otras, pero no dejan de ser eso: fases del amor. Y entre esas fases se encuentran los enfados, los pequeños distanciamientos, las diferencias y los encontronazos.
No estamos inventando nada, no es nada que resulte a muchos y a muchas como nuevo. Pues, básicamente, estas fases mencionadas son las que podrían resumir la historia de Saúl Ñíguez en el Atlético de Madrid. A lo largo del último año -aprovechando la salida del canterano atlético- se ha hablado de Erasmus. Podría ser una buena similitud al ver que se va de su casa para conocer otras experiencias y volver ‘nuevo’. Así lo relatan los que han podido disfrutar de este tipo de viajes. Pero la relación del Atleti con Saúl va más allá.
Es obvio que ambas partes han pasado noches maravillosas, momentos únicos y encontronazos. Así es el amor (sin toxicidad, por favor, que hay límites). Pero no deja de ser eso: amor. Saúl, hace prácticamente un año, estaba en la rampa de salida. Un lanzamiento que, en el último día de mercado, llegó en forma de cesión con opción de compra al Chelsea. El ilicitano venía de ser campeón de Liga con su equipo y se abrió la posibilidad de acabar la relación si el club inglés ejecutaba esa opción de compra. No fue así; no tuvo buen año.
No se ganó la confianza de Tuchel, no cuajó buenos partidos y está de vuelta. Podría ser un Erasmus, pero fue algo más sencillo: fue el “necesitamos un tiempo”. A veces ese “necesitamos un tiempo” es definitivo y en el caso de Saúl pudo serlo si se llegan a abonar los millones que pedía el Atleti. Esa relación parecía terminada, quemada, abocada al fin.
Pero Saúl y el Atlético de Madrid parecen volver a encontrarse. Simplemente se han preguntado qué tal les ha ido en este último año y han coincidido en que ambas partes lo han pasado mal sin el uno del otro. Se necesitan. Es bonito, aunque la confianza aún no esté recuperada por completo.
Saúl es historia del Atlético de Madrid, pero no entendida como pasado, sino como presente. Más de 17.000 minutos con la camiseta rojiblanca así lo avalan. No es un cualquiera. Está claro que ha cometido errores (dentro y fuera del terreno de juego), pero como en todas las relaciones amorosas. Se habla mucho también de su entorno o de si tiene la cabeza cien por cien amueblada, pero como en todas las relaciones amorosas. No lo sé. Seguramente esa gente que lo cuestiona lleve razón, pero yo prefiero quedarme con todas esas noches de amor, ese cariño y todas esas muestras de compromiso por la relación antes que con los encontronazos.
Y voy más allá. Creo, sinceramente, que Saúl a sus 27 años aún tiene muchas páginas que escribir en su historia con el Atleti y eso que lo redactado no está nada mal tras apuntar una Liga, una Copa del Rey, dos Europa League, dos Supercopas de Europa y una de España. Pero incluso esto va más allá de títulos, goles o buenos partidos: una relación está para cuidarla y creo que Saúl quiere hacerlo con el Atleti y los aficionados del Atleti con él. Porque es algo sencillo: Saúl es uno de los nuestros. O al menos así lo percibo yo.
