Llegaba el Girona en un partido trascendental en la lucha por la Champions en medio de la eliminatoria del Dortmund. Simeone dio descanso a seis de los jugadores que formaron el once del partido de ida de los alemanes, haciendo equilibrismo para intentar dar ritmo a los que no lo tiene, dar descanso a quienes están exhaustos, y en medio de todo eso, seguir ganando. Koke y Griezmann fueron titulares, son los guardianes del tesoro, los dos puntos cardinales sobre los que el mapa, la ubicación, el sentido de este equipo, tiene sentido. Las piezas imprescindibles de un puzle complicado en el que ellos siempre sirven para completar. Así fue también en un partido que arrancó complicado y terminó en fiesta.
El Atleti salió dominador del partido, tratando de presionar alto al equipo de Míchel, de empujarlo contra su portero, jugar en su terreno. Parecía un buen plan hasta que en el minuto cuatro Savinho trazó una diagonal desde la banda izquierda y configuró una jugada que terminó con el remate a placer de Dobyck para el uno a cero. Ya era difícil superar la resaca de un día tan intenso de Champions como el del miércoles y el gol tempranero del Girona, lo puso todavía más cuesta arriba.
El Atleti perdió el norte con el gol; el Girona, desde su posición retrasada, controlaba el juego, hacía transiciones rápidas, daba la sensación de peligro. Simeone, que había comenzado con un 4-4-2, cambió el dibujo poniendo a Riquelme en el ala zurda buscando la defensa de cinco y ahí el equipo empezó a mejorar de nuevo. Retomó el puso de la presión, volvió a ser el de los compases iniciales, la gente despertó desde la grada, sabedora de que todos se necesitaban mutuamente y así, en un balón parado, llegó una mano de Gutiérrez que brindó a Griezmann la oportunidad de igualar el choque desde el punto de penalti. El Atleti retomaba el pulso al partido, volvía a creer, y la prueba más fehaciente de eso fue la última jugada de la primera parte. Después de librarse de un más que probable penalti de Reinildo, que anda destemplado en estas jugadas, en área propia, Morata, que acababa de salir prácticamente sin calentar en sustitución de un lesionado Saúl, peleó por un balón que todos daban por perdido, metió un centro que nadie esperaba y ahí apareció Correa, entre la relajación de los dos centrales del Girona para poner en ventaja a su equipo cuando el marcador ya rozaba el minuto cincuenta y uno. Fue una jugada de fe ciega, de convicción, un gol de esos que llaman psicológicos pero que son mucho más que esos, fue un gol decisivo y rotundo para el partido.
En la segunda mitad, entró Witsel de inicio y a los cinco minutos, un mal despeje de la zaga gerundense, dejó a Griezmann solo con el portero con un balón a bote pronto que fusiló con su pierna derecha. Tres a uno y desde entonces, el partido bajó de ritmo, el Atleti supo controlarlo sin balón y con balón, evitando conectar al rival, haciendo su carrusel de cambios para dar descansos y activaciones. Y nada pasó, excepto que Lino y Nahuel perdonaron el cuarto en varias ocasiones, y que la gente se quedó tras el final para agradecer el esfuerzo a los jugadores, y para cantarles bien alto que el espíritu viaja con ellos hasta Dortmund, donde se jugará uno de esos partidos que se recuerdan siempre.
