Honor y gloria

Era como si para recibir a Griffa todos se hubieran puesto ahí en la primera fila del tercer anfiteatro, presididos por Luis, con el Panadero, Robi, Calleja, Peiró, el Pechuga, Capón, Rivilla y tantos otros …que lo esperaban con los brazos abiertos. Jorge llegó acompañado de Miguel y Adrián, desubicado, pero en seguida debió sentirse como en casa, porque allí abajo había un derbi como los de antes, como en los que tantas veces él batalló, porque Jorge Bernardo Griffa no jugaba al fútbol, peleaba a muerte en la trinchera de la vida que para él fue el Atlético de Madrid.

Debió de ver a toda su gente del Calderón y se dio cuenta que desde ahí arriba se veía mejor lo diferencial de estos tipos. Por momentos es como si hubieran regado el manicomio de bufandas rojiblancas y todos hubiesen perdido completamente el juicio. Recordó que es muy difícil perder así, cuando tienes la locura de tu lado. Y uno a uno, fue viendo a los muchachos, los que llevaban la rojiblanca, y pensaba con cuál se identificaba más, tal vez con Giménez, el que cierra, el que no va a dejar pasar a nadie, que hizo un partido soberbio, como si intuyese que Griffa le estaba pasando revista en su primera visita a ese anfiteatro de las glorias eternas. Era otro derbi más, pero no era otro derbi más, porque era el primero en el que Griffa lo veía desde allá.

El Atlético de Madrid rindió el mejor homenaje a su legendario central, le regaló un partido a su estilo: tenso, duro, de cuchillo entre los dientes. La hinchada ya le mostró al equipo lo que allí se estaba jugando cuando llegó al estadio, y los jugadores salieron con esa fuerza que solo se puede tener cuando se huye de la muerte. Unos lo saben porque han nacido con eso, pero otros lo entendieron a la perfección, que ese no era un partido cualquiera, que ese no era un rival más, porque el Real Madrid es la némesis perfecta del Atleti, el equipo que muestra a los colchoneros todo aquello que no quieren ser, todo aquello de lo que pretenden alejarse en la vida, y cada cruce se convierte en una manera única de reivindicarlo.

El partido fue un ida y vuelta constante, con prórroga incluida, como ya casi todos esperaban observando el historial. Se adelantó Lino en el treinta y nueve pero igualó Oblak en un infortunado despeje que acabó siendo en propia puerta antes del descanso. Se adelantó Morata de nuevo en un error garrafal de Lunin y en las botas de Morata estuvo el pase, en el ochenta y uno, cuando marró un remate a bocajarro que era la sentencia. En la siguiente jugada empató Joselu a pase de Bellingham. En el minuto cien, Griezmann hizo un gol de leyenda, se fue en velocidad de Vinicius con la pelota cosida a la planta del pie, y entre pisaditas entró en el área, casi sin ángulo, para mandar la pelota a la escuadra y hacer explotar el Metropolitano. Tembló el barrio entero como si se fuese a abrir la tierra bajo los pies y todo el mundo canalizó su rabia, su incertidumbre, su miedo a que le igualaran de nuevo, animando sin descanso, alentando de una forma espectacular, mostrando a todo el mundo dónde late el corazón de Madrid. Riquelme, en un contragolpe perfecto, sentenció la eliminatoria a un minuto del final.

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Atletico Madrid’s French forward #07 Antoine Griezmann fights for the ball with Real Madrid’s Brazilian forward #07 Vinicius Junior (R) during the Spanish Copa del Rey (King’s Cup) football match between Club Atletico de Madrid and Real Madrid CF at the Metropolitano stadium in Madrid on January 18, 2024. (Photo by Thomas COEX / AFP) (Photo by THOMAS COEX/AFP via Getty Images)

Fue un partido en el que el Atleti siempre quiso jugar, dominar el encuentro a través del balón, y lo consiguió en grandes tramos del mismo, un partido en el que el Madrid mostró sus infinitos registros, su letalidad arriba, donde cada pelota acelera verticalmente para provocar peligro, un partido en el que los jugadores del Atleti entendieron a la perfección el mensaje de Simeone de que al final, tras mucha táctica y pizarra, tras mucho sesudo planteamiento, el partido estaba en los duelos, y cada uno estuvo bien mentalizado de los suyos. Lino, en crear peligro, en estar cerca del gol. Hermoso en no regalar la pelota y aclarar la jugada, Giménez en hacer de Griffa, Witsel en dar una lección magistral de que la velocidad del fútbol está también en la mente, en la posición, en pensar un poco antes que el rival; con sus limitaciones físicas, contuvo con solvencia a Vinicius durante gran parte del partido. Llorente era un pulmón imprescindible. Saúl un elemento de desgaste y llegada, De Paul tenía que canalizar, romper líneas y entregar el alma y todo lo hizo como nunca. Koke hizo un partido extraordinario entre los tantos partidos extraordinarios que haya hecho nunca. Era como si hubiera tomado prestada el alma del mejor Gabi y ahí estaba, con esa fuerza que da el brazalete de capitán, ejerciendo, robando balones, mejorando siempre la jugada cuando la pelota pasaba por él, pausando cuando había que pausar, acelerando cuando había que acelerar. Ciento veinte minutos magistrales de otra leyenda viva que no hizo nada mal. Siempre en su sitio, dignificando el brazalete. Morata desgastando rivales a desmarques y siempre cerca del gol. Griezmann descomunal, con ese halo de genio que a veces parece que no está y de repente es como si un destello, una luz intensa saliera de sus botas y cegase a todo el mundo. Hizo el gol decisivo, uno de esos que quedarán para siempre en la memoria de todos. Y después los relevos, que fueron tardíos pero efectivos. Nahuel, que llevó a Llorente al medio y dio relevo defensivo a la velocidad de Vinicius, Riquelme, que aportó frescura al otro lado, Barrios, que salió al medio entregando su puesta a punto, Azpilicueta, que se lesionó al final y dejó su sitio a Savic y Memphis, que, estando desacertado, sirvió la sentencia en bandeja a Riquelme.

Y por encima de todos ellos el tipo de negro en la banda, Diego Pablo Simeone, que apretaba los puños y se mordía los labios, y se atormentaba con el pensamiento recurrente de que falta mucho, pero que al final, en el último gol, corrió toda la banda como si llevara las botas puestas, y se abrazó en la piña, y gritó como hubiera gritado cualquiera de los del manicomio, porque no es más que uno de ellos. El Madrid está fuera, el Atleti dentro. Y Griffa, desde allí arriba, con toda su banda, tan orgulloso de todo lo había sucedido abajo.

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MADRID, SPAIN – JANUARY 18: Antoine Griezmann of Atletico Madrid (C) celebrates scoring his team’s third goal with teammates Koke and Rodrigo Riquelme during the Copa del Rey Round of 16 match between Atletico Madrid and Real Madrid CF at Civitas Metropolitano Stadium on January 18, 2024 in Madrid, Spain. (Photo by Gonzalo Arroyo Moreno/Getty Images)

Autor: José Luis Pineda

Colchonero. Finitista. Torrista. Nanaísta. Lector. Escribidor a ratos. Vivo en rojiblanco.

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1 Comentario

  1. Claro que sí, Atleti, en la Copa es donde había que zurrarlos, que las supercopitas no valen para nada. Y en el empacho de merengue de 3 citas tan seguidas, la de ayer era la más importante.
    ¡Otra vez a la prórroga con ellos! tras tirarnos de los pelos porque el cantado 3-1 se convirtió en 2-2 en un suspiro. Y es que la providencia futbolera no dejará nunca de putearnos, ni nadie, por otro lado, les hace sufrir como nosotros. Por cierto, los «superatletas» africanos del rival acabaron tan fundidos como cualquier mortal.

    Enhorabuena a todos y a Pineda por su preciosa crónica. Rivilla, Giffa, Calleja era el comienzo de una de esas alineaciones memorables del Atlético que aprendimos en la infancia,con Madinabeytia en la portería, aunque no llegáramos a verlos jugar.

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