El Betis parecía ser el bálsamo ideal para la sangrante herida de la Copa. Un equipo que lleva sin ganar de visitante al Atleti desde tiempos remotos, que no venía en su mejor momento, plagado de bajas, cargado de dudas, un buen partido para medir el peso del Metropolitano, la capacidad de reacción de un grupo que fue golpeado y empequeñecido hasta el extremo tan solo tres días antes en San Mamés. Pero no fue un bálsamo completo, el Betis, como el partido, fue una especie de reparación con aviso, un partido en el que quedaron los puntos, pero también las dudas, la incertidumbre, la intriga sobre lo que podrá dar de sí finalmente este grupo.
Simeone dispuso a Memphis y Morata juntos en el ataque, la principal novedad respecto a lo que venía sucediendo en el equipo. Arrancó bien el Atleti, sometiendo a los de Pellegrini, creando ocasiones, marcando, en una jugada de Depay dentro del área que terminó con un autogol de carambola entre el portero y dos defensas del Betis. Percibieron los locales las tremendas dudas de su rival, que parecía desnortado, y se afanaron en intentar resolver el partido. Llegó un penalti sobre Morata, pero hasta en tres ocasiones Rui Silva le detuvo el gol al delantero madrileño, le detuvo la pena máxima y le detuvo los dos rechaces que dejó el portero a bocajarro. No se amilanó por eso ni el equipo ni el delantero, que antes del descanso ajustó sus cuentas con la sequía goleadora, rematando a puerta vacía un rebote del arquero que le había quedado franco. Dos a cero al descanso y la sensación de que la goleada podría haber sido mayor.
En la segunda parte la tónica fue la misma, el Atleti atacando, el Betis defendiendo como podía, la sensación en el aire de partido fácil, de partido para acabar goleando a un rival que tenía prisa por concluir con el menor daño posible. Hermoso falló un gol increíble a tres metros de la portería, solo, con todo el tiempo del mundo para decidir, y optó por tirársela a las manos al portero portugués. Todo estaba en ese punto en el que solo un equipo como el Atleti puede complicarse la existencia. El fallo de Hermoso fue un mal presagio, porque a la jugada siguiente, William Carvalho se sacó de la manga un golazo a la escuadra desde fuera del área para acortar distancias en el marcador. Desde ahí, el Atleti entró en un estado de miedo irrefrenable. El Betis apretó con lo que tenía, que no era mucho, pero la propia indisposición del rival era suficiente para generarse opciones. Al final, Oblak fue el salvador, especialmente en una mano imposible que, con ayuda del palo, rescató los tres puntos.
Una victoria que debió ser fácil y contundente se convirtió en sufrida y casi milagrosa. Un recordatorio de que la falta de contundencia se paga, y que puede darte para ganarle al Betis, pero de ninguna manera te servirá para ganar al Inter, que ya se asoma en el horizonte.