Recuperando la autoestima (0-3)

En los últimos tiempos, el Atlético ha vivido tan instalado en el triunfo, que dos derrotas consecutivas lo dejaron completamente fuera de juego. Se le notó en el día del PSV y se le notó también en Pamplona, donde hasta el cabezazo de Godín se le veía incómodo, desconfiado, poco seguro de sí mismo. A veces es solo cuestión de autoestima, de creer en tus señas de identidad, que con tanto ruido terminan por difuminarse. De no alejarse del discurso de la humildad, por más que parezca manido porque a algunos les resulta tan molesto.

El Sadar es una plaza difícil aun cuando en los tiempos modernos la diferencia que existe entre un equipo como Osasuna y otro como el Atlético sea tan grande que ya no pueda resistirla la magia impregnada en los cimientos del vetusto estadio. Simeone salió apostando de nuevo por Tiago, con Giménez como pareja de Godín, Lucas en sustitución del lesionado Filipe y la novedad de Correa en el once, que daba descanso a Carrasco.

En el minuto uno el partido pudo haber sido otro, porque una contra a tres toques propició la primera gran ocasión para el Atlético, que Gameiro, abrazando la falta de efectividad como principal defecto, desperdició a bocajarro. Después, en el minuto quince, el partido también pudo ser otro, porque Giménez volvió a cometer uno de esos excesos de juventud y regaló un penalti a Osasuna que Oblak, ese portero que no sabe parar penaltis según la maquinaria mediática, volvió a detener para meter a los de Simeone definitivamente en el partido.

El Atlético tenía la posesión pero no sabía muy bien qué hacer con ella. El dominio resultaba plano, el juego previsible, lento, excesivamente horizontal. Fueron las viejas armas: un córner botado por Koke y un cabezazo de Godín los que sirvieron el primer gol y con él, el partido en bandeja de plata. Un minuto después, en el 38, un pase al espacio de Correa sirvió para que Gameiro mostrase su portentosa velocidad y aniquilase al conjunto rojillo con un disparo cruzado desde dentro del área. El Atlético había emergido gracias a dos de los conceptos que lo han hecho grande: el balón parado y el contragolpe. El resto del partido fue una anécdota.

Una anécdota larguísima y tediosa en la que Osasuna no pudo y los colchoneros no quisieron. Toque y toque y toque para desgastar al rival, para defenderse de nada con el balón. Los minutos pasaron tan lentos que por un momento pudo haber saltado Urban al césped y nadie se hubiera dado cuenta. Sirvió anécdota para ver que Mateu Lahoz había perdido la precisión para señalar penaltis, porque dejó de cobrar dos manos clarísimas dentro del área de Osasuna. Sirvió también para que Carrasco, llegando al final, sumase un tanto a su estadística que agrandase el marcador y tal vez con él la confianza que parecía estar perdida. El Atlético vuelve a recuperar la senda del triunfo y lo que es más importante, sus principios más básicos: portería a cero, peligro a balón parado, precisión mortífera al contragolpe.

 

Foto: clubatleticodemadrid.com

 

Autor: José Luis Pineda

Colchonero. Finitista. Torrista. Nanaísta. Lector. Escribidor a ratos. Vivo en rojiblanco.

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