Llegaba Osasuna y la Liga, con esa incomodidad que le supone al Atleti sentirse fuera de los puestos que ya está acostumbrado a ocupar. La victoria era más que vital y Simeone sorprendió haciendo debutar en el lateral al chaval Manu Sánchez que por fin, tras muchas convocatorias, se enfundó la casaca rojiblanca para ser parte del once inicial. Volvía Giménez a la titularidad y también Lemar, en detrimento de Correa y dio buen tono el francés, más cerca de lo que se espera de él.
El Atleti jugó bien, muy bien a ratos, en la línea del pasado miércoles ante el Lokomotiv, si bien Osasuna se mostró como un rival más duro; recio atrás, bien posicionado, y sin renunciar al ataque. Chimmy Ávila trajo en jaque a toda la defensa rojiblanca con su briega y pelea constantes. Estupiñán, puro talento y velocidad, hizo lo propio por el flanco izquierdo pamplonica. Pero el partido era para el Atlético: cuando tenía la pelota, atacaba rápido, con verticalidad, Thomas batiendo líneas, Lemar y Koke de falsos interiores para asociarse continuamente por dentro y al final de todo, el talento de Joao Félix. El portugués es un jugador excepcional, cada vez que la pelota pasa por sus pies surge lo inesperado, buscando siempre la portería contraria, deja rivales en la cuneta y provoca faltas o peligro. Genera ocasiones para los demás y para sí mismo, pudo hacer dos goles, uno en una contra magnífica en la que le asistió Morata, pero Herrera detuvo su tiro cruzado y otro en un cabezazo a centro lateral en la que el portero osasunista rozó lo justo para que la pelota se estrellase en el larguero. El Atleti acumulaba ocasiones y el cancerbero rojillo se convirtió en el hombre del partido, una y otra vez los disparos, cada vez más francos, de los locales, encontraban su oposición. Thomas, Lemar, Joao, Morata, también Saúl, que se incorporaba mucho, pero no había manera, siempre la ocasión moría a los pies de Herrera.
En la segunda mitad todo siguió igual a excepción de que pronto Morata hizo el primer gol tras una pelota parada que sirvió desde la derecha Trippier. Un golazo del madrileño que cabeceó picado para hacer imposible la estirada del héroe del partido. Desde ahí, el Atleti jugó menos presionado, con más soltura, habían entrado Correa y Herrera y Saúl había jugado ya en tres posiciones distintas, pues primero fue al lateral para cubrir la salida del chaval debutante, que estuvo a gran nivel durante los minutos que disputó, pero a quien Simeone prefirió sacar por la tarjeta amarilla temprana que se había ganado en la primera parte. Después, con la entrada de Hermoso, Saúl recuperó su posición en el medio pero antes de eso tuvo tiempo de hacer el segundo gol, en una recuperación en la medular que arranca en sus botas y muere en el borde del área pequeña, batiendo con un balón picado con clase a la salida del portero. Volvía el gol y la sonrisa. Osasuna entregó su voluntad y pudo haber encajado algún gol más, fue anulado uno a Morata por fuera de juego, Koke erró otro a bocajarro, también el propio Morata, que se trastabilló en un remate claro en el interior de área. Pero en esta ocasión dio todo igual, porque el Atleti ya tenía los tres puntos asegurados, el Metropolitano disfrutó con el buen juego del equipo, que fue rubricado, por fin, con goles y puntos.
Mención aparte merece el austero homenaje que el club brindó a Juanfran Torres, que saltó al césped al inicio del partido para recibir el calor de su gente. Los jugadores le hicieron un emotivo pasillo y en el Fondo Sur podía leerse una enorme pancarta que rezaba “Gracias Juanfran”, un jugador que vino de la acera maldita pero que con humildad, trabajo e inteligencia supo entender a la perfección lo que es el Atlético de Madrid, hasta el punto de que quedó para siempre en su corazón y también en el de los aficionados. Una leyenda viva y en activo que regresó al Metropolitano, no para decir adiós, sino para darse cuenta de que será un simple hasta luego, pues pronto estará de nuevo ayudando de alguna forma al equipo que ha marcado para siempre su vida.