Con el modelo organizativo de Copa del Rey que se viene siguiendo en los últimos años – parece que Rubiales tiene, al fin, firme voluntad de cambiarlo para hacerlo más atractivo -, los equipos clasificados para competiciones europeas se juegan todo en jornadas intersemanales entre enero y principios de febrero, donde se juegan octavos, cuartos y, al menos, la ida de semifinales. Estos equipos entran en competición entre noviembre y diciembre, con el enfrentamiento de dieciseisavos de final que les enfrenta a un conjunto de Segunda B o Tercera División, y a doble vuelta, lo que suele devenir en un trámite sin más interés que la historia visita de un ‘grande’ a un estadio de las citadas categorías.
Pasado este trámite, el interés (si puede seguir considerándose así la Copa disputada con rondas de ida y vuelta) comienza en la eliminatoria de octavos de final con enfrentamientos, en su mayoría, entre equipos de Primera división, solo aderezado con algún equipo de inferior categoría que pueda colarse en este ronda, ya sea dando la sorpresa (rara) de eliminar a un Primera, ya sea vía un sorteo amable que le haya emparejado con otro equipo de Segunda (es el caso del Sporting de Gijón en esta campaña); el modelo descrito deja poco espacio para más alternativas en la competición. Poderoso caballero es Don Dinero y la presión de los grandes, que se vieron en no pocas ocasiones apeados de la competición, a las primeras de cambio, de forma (casi) humillante, ante equipos de una, dos o hasta tres categorías inferiores, es demasiado fuerte. O lo era hasta ahora.
Y, en esta Copa del Rey 2018/19, al Atlético le ha correspondido enfrentarse, en su primera eliminatoria ‘retadora’ al Girona. Así, por nombre, por presupuesto, por trayectoria (apenas un año y medio en Primera División en su historia; el actual periodo, tras su ascenso al final de la campaña 2016/17) pareciera un rival sencillo. Pero habrá de andarse el Atlético de Simeone con mucho cuidado; y el aficionado medio ser (algo) menos optimista, vistos los precedentes: en los tres enfrentamientos acaecidos hasta la fecha en Primera división, el Atlético no ha sido capaz de doblegar al Girona: empate a 2 en el partido inagural de la Liga 2017/18 (dos goles de Stuani para el Girona, compensados por otros dos Correa y Giménez a última hora), empate a uno en la devolución de visita en el Metropolitano (Griezmann y Portu) y otro empate a 1 en Montilivi hace escasas semanas y ya en esta campaña 2018/19 (Stuani para los locales y otro punto salvado a última hora, con gol en propia meta de Ramalho).
Y, al margen de la circunstancia puntual (o no tanto) de que al Atlético se le atragante el Girona, lo cierto es que el desempeño del Girona en su trayectoria en la elite del futbol español está poniendo ‘en el candelero’ un modelo de gestión excelente desde su adquisición por parte del grupo ‘TVSE futbol’ allá por abril de 2015. Su primer objetivo fue sacar al club del concurso de acreedores en el que llevaba inmerso casi dos años; hecho que logro pocos días después de hacerse con el control del club.
Su segunda decisión de calado fue situar al gerundense (y titular indiscutible del Atlético del mítico doblete 1995/96) como presidente de la entidad; y la tercera, en el plano puramente deportivo, apostar para el banquillo por un Pablo Machín que venía realizando un excelente trabajo desde que se hiciese cargo del club en marzo de 2014: en aquellos pocos meses de temporada 2013/14, salvó al equipo del descenso (lo cogió como colista), sumando 21 puntos de 39 posibles. En la siguiente campana, 2014/15, con el segundo presupuesto más bajo de la categoría, perdió la opción de ascenso directo en la última jornada -al empatar con el Lugo y en favor del Sporting- y perdió la promoción de ascenso frente al Zaragoza por el valor doble de los goles en campo contrario.
Mantenido Machín, pese al cambio accionarial y directivo en la entidad, el futbol volvió a demostrar que cuando se mantiene una idea, aunque ésta no tengo porque ser excelsa, los frutos suelen acabar llegando: en la campaña 2015/16, el Girona se sobrepuso a una nefasta primera vuelta (la concluyó rozando los puestos de descenso) para acabar la temporada en cuarta posición y, por tanto disputando la promoción de ascenso a Primera: elimino al Córdoba en la primera ronda pero caería ante Osasuna en la ronda final.
Y el culmen al trabajo bien hecho, al modelo, a la idea, llegaría en la campaña siguiente donde, tras un comienzo algo irregular, se alzaría con la segunda plaza y, por tanto, con derecho directo al ascenso por primera vez en su historia.
Con una mucho más que meritoria décima posición en su debut en la máxima categoría del futbol español, el Girona vio el verano pasado como perdía a uno de los pilares de su excelente trayectoria en los años anteriores: su entrenador hablo Machín aceptaba una oferta del Sevilla, dejando al equipo sin referencia en el banquillo.
Y el elegido por Delfí Geli para sustituirle fue otro hombre con pasado atlético; aunque un tanto breve: Eusebio Sacristán. Eusebio pasó por el Atlético en la campaña 1987/88, primera de Jesús Gil como presidente atlético. Empezó aquel año (no es una idea original de Miguel Angel Gil, viene de mucho más atrás) la ‘agencia de compra de jugadores’ (Futre, Eusebio, López-Ufarte, Juan Carlos, Parra, Marcos Alonso, Goikoetxea… llegaron aquella primera campaña al Calderón) y, a la campaña siguiente, comenzó la ‘agencia de venta de jugadores’ (Alemao, López-Ufarte, Julio Salinas, el propio Eusebio, además de los ‘damnificados’ Landaburu, Quique Ramos, Quique Setién…). El vallisoletano Eusebio fue traspasado, junto con Salinas, a un Barcelona que acababa de reclutar al mítico Cruyff como entrenador; y se convertiría, durante siete años, en una de las referencias clave del mediocampo del llamado Dream Team.
Tras una primera experiencia como colaborador de Frank Rijkaard (otro destacado miembro de la escuela holandesa) y antes de recalar en el Girona este pasado verano, Eusebio dirigió a Celta (marzo 2009 – junio 2010), Barcelona B (junio 2011 – febrero 2015) y Real Sociedad (noviembre de 2015 a marzo de 2018).
Jugador de clase innata, madurado bajo el impagable talento de Cruyff como director técnico, aplica el Eusebio entrenador todo lo aprendido en can Barca; pero también aderezado con sus propias ideas y la flexibilidad en la táctica, si la situación lo requiere. Y este Girona es un gran ejemplo de ello. De la escuela holandesa (y de su propia idiosincrasia como jugador, todo hay que decirlo) aprendió Eusebio el gusto por el fútbol de toque, de posesión, de ataque, que ha venido plasmando en todos sus equipos. En la Real Sociedad, su última experiencia antes de la actual solía estructurar al equipo en un 4-3-3 (una apuesta ofensiva, pero con una versión algo más conservadora que el 3-4-3 de su ‘maestro’ Cruyff).
Cuando llegó a Girona, trato de implementar el mismo sistema, pero, vistos los resultados, fue capaz de rectificar ‘sobre la marcha’; detalle de notable entrenador (aunque un sector de la parroquia atlética le tenga una cierta tirria por ciertas declaraciones no muy afortunadas): un 4-3-3 y un 4-3-2-1 en sus dos primeros partidos de Liga, frente a Valladolid y Real Madrid, ambos en casa y con el pírrico balance un empate a cero frente a los castellanos y una derrota por uno a cuatro ante los madridistas.
Y es que la (excelente) sombra de Pablo Machín, y su defensa de tres, es muy alargada en Girona. Y Eusebio mutó; y trató de adaptar sus ideas al sistema conocido hace años por el club y los jugadores (ya sea con un 3-4-1-2 o con un 3-4-2-1 como esquema de partida); y los resultados no se hicieron esperar: dos victorias consecutivas, frente a Villareal y Celta pusieron al equipo en la línea que le ha permitido llegar a la decimoctava jornada de LaLiga en novena posición, con un notable ‘colchón’ sobre los puestos de descenso y a ‘tiro de piedra’ de los puestos que dan acceso a competiciones europeas.
Dicho todo lo cual bien haría este Atlético en no fiarse, en absoluto, de este Girona. Al margen de la impecable gestión de su rival en estos octavos de final de la Copa del Rey, al margen de los precedentes en Liga de la última campaña y media, hay otro dato menos objetivo, tal vez, pero también empíricamente comprobable si uno acude a la hemeroteca: el Atlético de Simeone que, lleva siete años sabiendo plantar cara a los más grandes (económicamente) del continente, tiene su talón de Aquiles en equipos con defensa de tres. Y el Girona es, desde hace varios años, un prototipo perfecto de este esquema. Tal vez, si profundizásemos en este hecho, no resultasen tan sorprendentes los tres empates consecutivos obtenidos frente al Girona en Liga. Pero eso merecería un artículo aparte; por el momento, centrémonos en tratar de eliminar al Girona para acceder a los cuartos de final de la campana 2018/19.
Foto: atleticodemadrid.com