El Atleti regresaba al Metropolitano después de unas semanas de ausencia en las que se le esfumaron las aspiraciones en la temporada. El desastre de Turín y el entierro en la Catedral sembraron la desolación en la hinchada, que, asumida la derrota, ayer quiso hablar y trasladar el partido hasta las gradas. Hay una parte esencial de la afición del Atleti, la que se aloja en el Fondo Sur, que ayer quiso demostrar a todo el mundo, principalmente a los que dirigen el club, que el Atlético de Madrid es otra cosa, que aquí no vale el éxito por el éxito, el crecimiento como objetivo sin escrúpulos, la victoria por la victoria. Ayer, todos esos que conforman el corazón del Calderón, hablaron con su silencio.
Entraron tarde al partido, en el minuto doce, y regalaron una imagen impactante que ninguna televisión podrá rehuir, la del fondo vacío, la de un estadio que se caracteriza por su aliento incontenible, callado. Después, al entrar, se mantuvieron sentados, sin animar, como nunca se haya visto, como en un respetuoso duelo, hasta que llegó la segunda parte y todo volvió a la normalidad. El Metropolitano fue el Metropolitano, la grada empujó al equipo, que bien lo necesitaba y éste, ganó. Pero antes, con esos minutos de ausencia y de extraño silencio, estuvieron pidiendo respeto por la afición a quienes dirigen el club, también a quienes los representan. Quisieron reseñar el trato vejatorio sufrido en Turín, en el año dos mil diecinueve; son gente, hinchas de su equipo, familias, mayores, niños, también jóvenes a los que le va la vida en ello. No son delincuentes para ser tratados como ganado, tampoco deben ser invisibles para que los que tienen el privilegio de portar su sueño, vestir la rojiblanca, les hagan el vacío después del desastre más doloroso. Cuesta mucho viajar, todos deben saberlo. Y también no olvidar que si estamos juntos en la victoria, también, o tal vez sobre todo, debemos estarlo en las derrotas.
Además, con ese tenebroso silencio, también estuvieron diciéndole a los dirigentes quiénes son los verdaderos garantes del club, está bien crecer pero no a cualquier costa como está bien ganar, pero no de cualquier manera. Es la forma de demostrar lo que ya se había dicho antes, que están orgullosos de no ser como los otros y que no van a dejar de serlo, sería una incongruencia vital. Todos los que ayer callaron y sembraron el silencio estaban en realidad elevando la voz: la afición es el centro, el corazón, debe ser escuchada y respetada. Quien piense que puede obviar ese precepto debió aprender que está en el club equivocado.
En el césped el Atleti se encontró con la incomodidad habitual frente a un Girona al que no conseguía ganar de ninguna de las maneras. Tuvo más empuje en la primera parte en la que dos grandes ocasiones se fueron al limbo, primero Koke, con un trallazo desde fuera del área al larguero y después Morata, al que se le fue por arriba un difícil remate frente a Iraizoz.
En la segunda mitad, recuperada la normalidad en la grada, el Atleti consiguió desatascar el partido con los cambios. Primero Correa por Thomas y después, fundamental, Vitolo por un Filipe desconocido, aburrido, sin proyección ofensiva, con la clara imagen de estar pensando en otra cosa. El canario fue vital en el partido porque le dio al Atleti el empuje que necesitaba en la parcela ofensiva y la sensación de peligro empezó a cimentarse en sus conducciones en tres cuartos. El gol llegó a balón parado, con un remate de Godín que los árbitros, y esto no es novedad, anularon (el Atleti es el equipo al que más goles legales le han anulado los árbitros de campo en la temporada, un dato bastante significativo). Afortunadamente el VAR corrigió en esta ocasión y ese gol fue vital porque el partido estaba cuesta arriba.
El Girona se vio obligado a estirarse pero esta vez no le dio con eso, los de Simeone estuvieron cómodos en defensa y pudieron sentenciar con un mano a mano de Griezmann que fue detenido por Iraizoz. Así se mantuvo la incertidumbre hasta que al final, ya en tiempo de descuento, en una contra con el conjunto catalán volcado, Vitolo asistió al pequeño príncipe rojiblanco para que enfrentase cara a cara de nuevo al portero vasco; con una preciosa vaselina lo batió y pareció quitarse el enorme peso de la falta de gol que llevaba sobre los hombros.
Tres puntos y sobre todo una lección de dignidad de una grada que se empeña en ser garante de los valores que los han conformado a todos los que la pueblan, acorralados por las reglas y las consecuencias del negocio exacerbado, todavía quedan aldeas galas a las que será difícil tumbar.
Fotos: Rubén de la Fuente