Desde la Final de Copa del 92 en el Bernabeu todo había sido desierto, la época de los Pastoriza, Cacho Heredia, Jair Pereira, Jorge D`Alessandro, Pacho Maturana, Carlos Sánchez Aguiar… las salvaciones en la última jornada ante Rayo o Sevilla, los partidos agónicos contra Sporting u Oviedo. Dobrowoski, Moacir, Tren Valencia, Maguy. Años de un Atleti irreconocible.
Pero llegó el verano del 95, los refuerzos fueron Santi y Molina que venían de descender al Albacete, Penev, sin mucho relumbron en sus últimos años y un desconocido serbio precedente del Panonios, Milinko Pantic.
La pretemporada el equipo fue un ciclón, con un Juan Carlos estelar, que como no, para la desgracia histórica de este club se rompería la rodilla en su mejor momento y llegó la primera jornada y el Calderón se llenó de ilusión por ver al equipo armado por Antic, a pesar de que el año anterior se salvó de la promoción in extremis en Sevilla y, además, al poco de empezar la Real Sociedad se adelantó en el marcador.
Por nuestras cabezas empezó a planear nuestro tradicional cenizo pero en ese momento aparecieron dos hombres clave en nuestra historia: Pantic para empatar de falta y un tal Diego Pablo Simeone, el equipo terminaría venciendo 4-1 y comenzó una racha triunfal de victorias que solo se vería truncada en la visita al Bernabéu. El Madrid, que ni se clasificó para la UEFA ese año, nos ganó los dos partidos.
Todos sabemos cómo terminó la temporada, para muchos de nosotros fue la primera vez que veíamos ganar la Liga al Atleti y Radomir pasó a ocupar el lugar privilegiado en nuestros corazones.
Sus problemas con los jugadores, todos recordamos como Esnaider, se retiró del campo insultándole cuando le sustituyó en los cuartos de final de la Liga de Campeones contra el Ajax, obligaron a Gil a reemplazarle por Sacchi en 1998, pero a mitad de la temporada siguiente volvería para salvar al equipo del descenso y meterle en la Final de la Copa del Rey, donde pese a caer 3-0 ante el Valencia, los aficionados rojiblancos estuvieron más de media hora, tras el final del encuentro, haciendo retumbar la Cartuja al grito de “Radomir te quiero”.
Ese mismo verano volvería a ser cesado y sustituido por su rival en aquella final de Copa, Claudio Ranieri, que con la intervención judicial del club huyó como una rata y el administrador concursal volvió a recurrir a Antic para salvar al equipo. El día de su primer entrenamiento, con el club sumido en el caos, más de 10.000 atléticos se congregaron en el Calderón para mostrar su cariño a Rado. Finalmente el equipo no logró salvarse, pero el amor de los seguidores por Antic permaneció inalterable.
Antic es una de las grandes leyendas del club, cogió un equipo a la deriva y le llevó a conseguir un Doblete histórico, acudió al rescate del mismo cada vez que se le requirió, fue noble con la institución, cariñoso con sus gentes, se ha ido un grande del Atleti y como el club no le reconoce con una placa de leyenda, es obligación de los atléticos honrarle como se merece por los muchos momentos de gloria que nos dio.
Foto: getty
24 abril, 2020
«Claudio Ranieri , con la intervención judicial, huyó como una rata » Calumnniar, además de ser pecado ( de uno contra la moral y la decencia ) y poder ser delito, aunque eso me la pela, está muy feo.
Querrás decir que el administrador judicial, nombrado por el gobierno para darle una patada a Gil en el culo del Atlético de Madrid, tuvo la desfachatez, o los santos cojones, de arrogarse el papel de directivo y, jaleado por la Ser, lo recuerdo muy bien, atreverse a destituir al entrenador, que era Ranieri, y contratar de nuevo a Antic. Cuando ese administrador, que no actuó motu propio, obviamente, echó a Ranieri, el equipo todavía tenía un buen colchón de puntos para evitar el descalabro. Aún así, el Club, en proceso de total desestabilización, ya había sido empujado por la rampa de descenso a 2ª división, y poco hubiera importado quién fuese el entrenador. Una vez constatado que el descenso sería inevitable, revocaron la intervención y le devolvieron el Club a su dueño. Bochornoso.
Yo estuve en La Cartuja. Es la única final de Copa a la que he tenido oportunidad de asistir en mi vida. Fui uno de los miles de atléticos que silenciamos a la hinchada valencianista en su celebración, tras el meneo del 3-0, cantándole a Antic el «Radomir te quiero». Fue tan ejemplar nuestro comportamiento, que el Valencia no tuvo más remedio que dar una vuelta triunfal por todo el estadio, incluida toda la mitad atlética, donde fue deportiva y caballerosamente agasajado.
Pero cantarle a Radomir aquél día en su despedida, como un sinfín de veces lo hice en ocasiones anteriores, no me impidió sentir como una gran acierto la contratación de Ranieri, que, entre otras cosas sin importancia, le había endosado un 6-0 al vecino en semifinales, poco después o antes de meterle no recuerdo cuántos más en liga.
Honrar a Antic, como merece, no puede aprovecharse para denostar a otros.