El día de ayer fue diferente al resto del año. El 1 de febrero todos los colchoneros (y no colchoneros) miramos al cielo y recordamos a Don Luis Aragonés, quien nos dejó hace ya una década. Su importancia para el Club Atlético de Madrid le ha colocado como una de las figuras más representativas en la historia de la identidad. Y no es para menos, pues su imagen como futbolista y entrenador representó los valores de la familia rojiblanca que tanto le añora diez años después de su pérdida.
Son muchas las historias que se han contado de él, tanto dentro como fuera del Atlético de Madrid. No obstante, me gustaría rescatar una anécdota que, en mi opinión, refleja claramente cómo era el “Sabio de Hortaleza” y por qué fue una imagen tan icónica para el mundo del fútbol español. Allá por 2001, con el equipo afrontando su segunda temporada en Segunda División y con Luis Aragonés al mando del timón de un barco que alcanzaría la costa de la máxima categoría del fútbol nuevamente, el técnico español tuvo que ser operado de urgencias por una peritonitis. Un problema de salud vital el cual pudo ser muy grave si no se hubiera tratado a tiempo.
La pretemporada del Atleti en aquel momento se veía marcada por la salud del “Zapatones”, quien, a pesar del estado en el que se encontraba tras la operación, decidió tomarse la alta voluntaria para que fuera tratado por los médicos del club. De hecho, durante su estancia en el hospital, Aragonés quiso llevar las riendas de la pretemporada que estaba por comenzar, según cuenta José María Villalón, Jefe de los Servicios Médicos del Atlético de Madrid, para AS.
De esta manera, el equipo rojiblanco se estrenó en pretemporada ante el Ávila, donde se llevaron la victoria por cero goles a dos. Durante ese partido, los testigos de su cuerpo técnico y jugadores afirmaron que la herida sufrida por la operación se abrió, teniendo que ser cosida por los médicos en aquel lugar una vez acabara el partido. Los jugadores se referían a la herida como un “boquete”, pero según el Mono Burgos, Luis Aragonés no hacía ningún gesto de dolor, e incluso bromeaba pidiéndole al arquero argentino que se acercara “sin miedo”.
Santi Denia, otro de los futbolistas que estaba en el plantel aquella temporada y que jugó en el Atleti durante 10 años, afirmó que Luis “era un ejemplo a seguir, y que, si él seguía adelante a pesar de su estado, todos los demás debíamos ir detrás”. Y lo que sucedió después es historia. Luis Aragonés no solo se recuperó adecuadamente, sino que también logró que el Atlético de Madrid se recuperara del bache por el que cayó durante dos años.
El mismo hombre que, como técnico del Oviedo, vio al Atleti caer a Segunda División en la última jornada, y cumplió su promesa de ascender al equipo de su vida aquella tarde en el Calderón ante el Nástic. Una historia más de cómo las vidas del Atlético de Madrid y Luis Aragonés siempre han ido de la mano, representándose como si de un espejo se tratara. Garra, coraje, resistencia, fuerza, pasión, personalidad, corazón. Un entrenador histórico, una figura icónica y una persona admirable que siempre será añorada por los aficionados de su Atleti.