Griezmann y el punto de no retorno

Lo de Griezmann es irreversible. Y no hablo del contragolpe en el que se frena en un tres para uno y se gira hacia su portería. Eso es lo de menos. Discutible y defendible en cualquier caso. De hecho, fueron órdenes de Simeone, quien un par de minutos antes ya paró una contra similar en la otra banda. Es igual. Me refería a la deteriorada relación del francés con la afición colchonera. No hay vuelta atrás. Sus gestos silenciando a la grada muestran una soberbia que no tiene perdón. Tal vez podríamos hablar de hartazgo, como si se le recriminaran los fallos una y otra vez. Nada más lejos de la realidad. Pero aunque así fuera, el hincha rojiblanco es soberano y tiene potestad en un club del que es absoluto patrimonio.

Los aspavientos de Griezmann jamás los hubiera hecho Gabi. Tampoco Koke. Ni Saúl, ni Godín, ni Torres. Ni otros tantos que saben que el escudo del Atleti está por encima de cualquier futbolista, partido y momento. También es cuestión de madurez, inteligencia y humildad, atributos que le faltan al francés. Debería recordar Griezmann que antes de llegar al Manzanares era un futbolista más. Un buen delantero, como los muchos que había en Europa. Aquí ha crecido hasta convertirse en una estrella, compartiendo podio en el Balón de Oro con Messi y Cristiano. El Atleti le ha dado mucho más a él que él al Atleti.

Porque Griezmann pasará desapercibido en la historia del Atlético de Madrid. Una pírrica Supercopa de España recién aterrizado en el Manzanares es todo su palmarés, aunque tampoco es ese el termómetro del club. Pero ni siquiera es uno de los mejores delanteros rojiblancos de la última década. Falcao, Forlán, Aguero y Diego Costa le robarán las páginas. Y aunque ahora, por simple supervivencia, el disimulo se ha convertido en el arte que gobierna la relación entre Griezmann y el Atleti, cuando termine la temporada el francés pasará a engrosar la lista negra del aficionado.

Tiene un sitio asegurado entre Arda y Agüero. Es su destino. Y será abucheado cuando regrese al Metropolitano con otros colores. Los ultrajes al aficionado rojiblanco se pagan muy caros. Y Griezmann no acumula menos méritos que el turco o el argentino. La diferencia es que sigue dentro y hay que minimizar daños. Aparentar normalidad. Prima lo deportivo. Pero sus exhibiciones en la televisión francesa, seduciendo a destiempo a otros clubes, no se borran de la memoria atlética. Tampoco el buenrollismo de su familia con el entorno del Barcelona, un rival directo.

Griezmann ha menospreciado al Atlético de Madrid y a su afición. Aunque sigue vistiendo la rojiblanca porque el equipo necesita de su talento y el Cholo lo sabe -todos lo sabemos-, raramente escucharemos otra vez su nombre entre los cánticos de la hinchada colchonera. Si el francés ya tenía agotado el saldo de insolencias, los ademanes del domingo van a acentuar la hostilidad de buena parte del Metropolitano.

 

Foto: clubatleticodemadrid.com

 

 

Autor: Dani Sanabria

Periodista de Mundo Deportivo. Social Media Manager. Especialista en running y trail running.

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