El brazalete de capitán en el Atlético de Madrid pesa, y mucho. Adelardo, Calleja, Futre, Reñones, Antonio López, Gabi, Torres, Godín y un largo etcétera de jugadores han representado a la máxima autoría de nuestro Atleti sobre el campo. Actualmente, ese honor recae en Jorge Resurrección, Koke, quien hizo ayer un partidazo del que seguro que sus predecesores estarán orgullosos.
En una eliminatoria que se jugaba a partido único, y, encima, ante el rival de toda la vida, es fundamental contar con un jugador que sienta lo importante que es un partido de este calibre. Su pasión por los colores rojiblancos se contagió a todos sus compañeros quienes, cuando estaban exhaustos en la prórroga, veían como su capitán de 32 años, con más de 100 minutos en sus piernas, salía corriendo a presionar como si nada.
Robó balones, ganó varios duelos y tuvo la precisión de un cirujano en sus más de noventa pases completados. Además, cuando el equipo daba un paso atrás con cada ataque del Madrid, Koke era el primero en echar a todo el equipo hacia delante. Era la viva imagen de Simeone sobre el terreno de juego, un director de orquesta, un líder.
Él sabe lo importante que era ese partido para la afición porque es un aficionado más, él era uno de esos chicos que, como todos alguna vez en nuestra vida, soñó en jugar para el Atlético de Madrid. Él es ejemplo en el que todo niño debería fijarse para entender cuál es la esencia y la filosofía de este equipo, y cómo puede convertirse en una de las grandes leyendas del club con esfuerzo, trabajo y pasión.
Algunas personas le critican, pero Koke es el jugador con más partidos jugados (611) y el que más asistencias ha dado (103) en la historia del Atlético de Madrid. Y, lo más importante, es nuestro capitán y ayer, al igual que en cada partido, lo demostró. Ojalá renueve pronto, porque es el portador del brazalete que necesitamos. ¡Oh, capitán, mi capitán!