Recuerdo perfectamente el día en el que por primera vez me atreví a decir a una fémina lo que sentía. Había tardado demasiado. En experiencias anteriores siempre mandaba a alguien como globo sonda, para que tantease el terreno y me dijese si había opciones de salir victorioso o no. Si el espía volvía con noticias de que en la incursión había altas probabilidades de fracaso, ni lo intentaba. Pero aquella tarde nublada todos los astros se alinearon y me dieron el valor suficiente para soltar, casi de carrerilla, un improvisado discurso. Aunque la cosa prometía, al final no salió bien. Pero me fui contento por, al fin, haber derribado una barrera personal.
Mientras yo estaba siendo poseído por un espíritu que se cargaba mis inseguridades y engullía mis vergüenzas, a miles de kilómetros Thomas Lemar levantaba al cielo la segunda Copa del Mundo para las vitrinas francesas. Semanas más tarde, en Tallín, la actuación del francés hacía pensar al seguidor del Atlético de Madrid que su club había fichado ese verano a la reencarnación de Cantona. No, no miren hacia otro lado. No pongan cara de circunstancias y piensen que quien aquí les habla está loco, todos pensamos lo mismo aquella noche. Y quien diga lo contrario estará buscando la felicidad desde una cómoda y dulce mentira. Si alguien hubiese aparecido aquel día contándonos lo que iba a venir después todos le hubiésemos tomado por uno de esos cuñados que no entienden de futbol y hablan como si fuesen filósofos del deporte rey.
Aunque fui uno de los principales críticos con el francés, siempre he defendido la teoría de que no es tanto falta de condiciones como si de confianza. Lo que más critiqué en su día al de Guadalupe era el no intentarlo. Ese constante miedo al fracaso que le impedía siquiera imaginar otro final que no fuese decepcionante. Esa manía suya con girarse buscando el pase atrás cuando la mejor opción era tirar a portería. Tira, Lemar, tira. Que el Atlético de Madrid es eso, intentarlo hasta que salga. Volver con la ropa hecha jirones, pero con sonrisa desafiante, propia de quien sabe que su límite algún día estará un paso más allá.
Viendo el ecosistema táctico en el que se está moviendo el Atleti este año, las actuaciones que encadena el futbolista y que en el banquillo tenemos a alguien vestido de negro que con un simple atisbo de futuro va a intentar lo imposible, pido perdón y una escalera para volver a subir al barco de Thomas Lemar. Porque está por llegar la tarde en el que los astros se alineen y te den el empujoncito que necesité yo mismo para creer en mí. Y con él vendrán los aciertos que darán sentido a multitud de fallos. Porque la vida está compuesta de miles de errores. Neo también necesito que Morfeo se lo dijese. Lemar, deja de intentar triunfar y hazlo.
Foto: Getty Images
7 diciembre, 2020
Vaya por delante que Lemar es un buen jugador, susceptible de mejorar, es decir, como la mayoría de futbolistas profesionales.
Dicho lo anterior, la razón principal de que Lemar siga jugando en el Atleti se llama 80 kilos. No ha habido un solo equipo que se acerque siquiera a pagar esa cantidad por el jugador y la dirigencia no está dispuesta a perder dinero, por lo menos por ahora. El rendimiento deportivo de un jugador profesional se puede relativizar casi siempre, y ese es el caso de Lemar, es como dar una convocatoria de jugadores para la Selección, nadie puede asegurar que un jugador sea más idóneo que otro.
En términos de márketing, hay que promocionar a Lemar, pero que nadie se lleve a engaño, el objetivo del club es rentabilizarlo económicamente. Si aparece algún club que pague 80 kilos, se lleva al jugador envuelto en papel con lazo, haya metido 20 o 50 goles y ya vendrá otro jugador.
Sin embargo, mañana el Atleti se juega la temporada directiva entera y parte de la deportiva, de no clasificarse, sería un palo económico importante que tendría consecuencias en la plantilla y las rebajas de Enero se podrían anticipar, sobre todo para los jugadores con las fichas más altas.
7 diciembre, 2020
Todos sentimos alguna vez el miedo al fracaso. Y quizás eso no ocurre, lo de quitarte el miedo, hasta cuándo ya has fracasado alguna vez. Vamos, que tienes experiencia.
Pero dejando a un lado, los temas de amoríos, lo de Lemar es que a veces, cuando salía del banquillo, te daba la sensación de que con él, no iba a pasar nada.
Salía al campo y parecía que le costaba hasta pisar el césped. A veces he visto partidos con una de mis hijas, y cuando Simeone le sacaba como «repulsivo», me soltaba una frasecita de esas que hoy día la juventud suele usar, sobre la temperatura de «salva sea la parte».
He llegado a pensar, después del cambio que está ofreciendo en los últimos partidos y de la confianza que en él muestra Simeone, que a este chico le asustaba el ambiente del Metropolitano o donde hubiera mucho publico.
Siempre me ha parecido «encogido».
Pero bueno, ahora lo está haciendo muy bien y el gol del sábado, de muy difícil ejecución por el poco ángulo que le ofrecía la portería contraria, fue de gran calidad.
Además como es un jugador que puede sustituir tanto a Carrasco como a Joao y discutirles los minutos de juego, bienvenido sea.
9 diciembre, 2020
Una petición a la pagina.Antes de grandes partidos, como suceden esta semana ¿no podríais «meter» un pequeño articulo de pre-partido?
Es que leer a algunos periodistas en los digitales de carácter nacional da verdadera grima. Que manera de intentar depreciar al Atletico.