Decía Luis Aragonés que contra las idiosincrasias de los clubes no se puede luchar y en virtud de ella estaba claro que si el Atleti ganaba la Liga sería sufriendo hasta el último minuto y que si había algún equipo que pudiera ganar la única Liga de la historia que se ha disputado íntegra sin público también tenía que ser el Atleti.
El Atleti y los del Atleti somos diferentes al resto, ni mejores: ni peores, diferentes. Hay otras aficiones que desde el parking del estadio donde juega su equipo casi podían ver el partido y podían alentar como si estuvieran dentro, pero la que decidió que se le tenía que escuchar desde la calle, aunque fuese a casi 100 metros de un estadio mastodóntico es la del Atleti, la misma que cuando la UEFA le cerró el estadio decidió acudir en masa a cantar desde el exterior.
Cuando uno es del Atleti no se siente aficionado del Atleti, se siente parte del Atleti, como si el equipo le necesitase para ganar. Afición y equipo es todo uno, en las buenas y en las malas, imposible abandonar a los tuyos en ninguna circunstancia, por eso esta Liga tan sufrida es la Liga de Suárez, la de Correa, la de Llorente, la de Koke, la de Oblak, pero también es la Liga de esa gente que desde el parking dio el aliento que pudo en cada momento.
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