Año cerrado

Con la de bares que he cerrado en mi vida y lo único que cierro esta Navidad es el año escribiendo un artículo, repasando este ejercicio del Atleti. Al final es un poco lo mismo: se acaba casi sin darte cuenta, se encienden las luces y poco más se puede hacer que apurar rápido la copa revisando todo lo ocurrido en la noche, y abandonar el local con el máximo decoro posible.

Los análisis de fin de año sirven para percatarte de aquello a lo que diste importancia y en realidad no era para tanto.  A la movida del trabajo, el dolor que tenías en la rodilla o aquella vecina que te ponía cardiaco en el ascensor, les suele ocurrir lo mismo que a los amores para toda la vida, que suelen durar poco. Con los meses son recuerdos olvidables que se diluyen junto a la fuga de Thomas, los presuntos fines de ciclo o las columnas de Matallanas. Es un momento mucho más terrible cuando pasas lista de los atléticos y reparas en los huecos que han quedado. Las ausencias en el recuento siempre son demasiadas, pero además este 2020 se ha cebado arrebatándonos a atléticos: Jones, Capón, Peiró, Juan de Dios Román, todos se han instalado ya entre las leyendas que se han marchado. De ellas, ha sido especialmente dolorosa para los de mi generación, la de Radomir Antic, alma de un Atleti que conquistó el doblete y lo rescató de un momento oscuro.

Cuando cierras diciembre es inevitable recordar los tachones del ejercicio. Los pequeños siniestros ocurridos que te llevaron a encamarte con una mezcla de rabia, dolor y vergüenza. La final de la Supercopa o la eliminación en Champions contra el Leipzig, son de esa clase de marcas que fastidia recordar. Pero destaca sobre las demás la catástrofe con la Cultural Leonesa. Directamente uno de esos sucesos en que despiertas a la mañana siguiente sin creerte que han ocurrido y tentado de achacar al alcohol o a la poca luz del local, la responsabilidad del desastre.

Pero si hubo un momento legendario este 2020, fue el partido en Liverpool. A los que nos gustan las noches sabemos que las mejores son esas de las que ya no esperas nada y enloquecen justo cuando planeabas marcharte. A partir de ahí, sorpresas, risas, la locura absoluta y ponme otra copa, que la noche es joven. Y mientras tanto, de telón de fondo, el mundo comenzaba a desmoronarse por el coronavirus. El Atleti era Nerón tocando la lira con Roma ardiendo.

A punto de cerrar el bar, Diego Costa se ha marchado de la fiesta. Cada ruptura es un mundo y la de Costa ha sido precipitada, extraña y fría. No han tardado en aparecer los rumores de problemas, infidelidades y egos, lo lógico, hasta que el tiempo y el sentido común le pongan en el sitio que merece. La tentación sería valorar si esta segunda etapa ha valido la pena, poner en la balanza los goles, las lesiones y las expulsiones, y juzgarle por estos últimos años. Quizás sea labor de los periodistas o los contables hacerlo, pero hace tiempo que aprendí que a los que quieres, a tu gente, no los valoras en función de si te han dado más de lo que han recibido. A los tuyos les quieres como son y recuerdas con cariño los buenos momentos. Y cuando recuerdas los malos, más todavía.

Foto: Getty Image

Autor: Pike Bishop

50% de Bishop and Gittes. La mitad legal, concretamente. En esta vida de lo que realmente sé es de bares y del Atleti. Del resto, un mero aficionado.

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