El Atleti llegaba a Getafe resuelto a no dejar ni un solo partido de tregua a sus aficionados. En vísperas de la gran final del año, del partido que puede llevarle de nuevo a degustar la miel de los cetros europeos, Simeone decidió apoyarse en uno de los principios de su éxito y demostró a todo el mundo que para él sólo hay un partido que vale más que el resto y ese es el próximo. Así, contra el incomodísimo equipo de Bordalás, Simeone convocó a todos y dispuso en liza un once que bien podría ser también el de Lyon: Oblak; Juanfran, Savic, Godín, Filipe; Gabi, Thomas, Saúl y Koke; Griezmann y Diego Costa.
El partido duró ocho minutos. Fueron ocho minutos en los que el Atleti hizo buen fútbol, con una presión alta, con posesión del balón, con Griezmann por detrás de Costa abriendo zanjas en la defensa del Getafe en cada desmarque del hispano brasileño. En una de esas embestidas, el petit prince francés, con un control de taco dentro del área, cedió a Koke que ajustó un disparo seco cruzado ante el que nada pudo hacer Guaita. El Atleti se adelantaba y no podía imaginar que ahí iba a terminar el fútbol.
El Getafe convirtió entonces el encuentro en una pesadilla para los visitantes. Pegó de todas las maneras posibles, por arriba, por abajo, con balón y sin él. Con la connivencia de un árbitro, Javier Alberola Rojas, que no supo marcar los límites del reglamento, la preocupación del Atleti ya no parecían los tres puntos sino salir indemne de aquella colección de patadas. Damián Suárez dio una a Costa cuando el balón estaba a treinta metros de él, Fajr casi destroza a Juanfran con una terrible entrada por detrás, el protector bucal de Godín fue desencajado en varias ocasiones. Interrupción tras interrupción, el fútbol había salido huyendo del Colisseum.
Koke y Griezmann celebran el gol de la victoria. Foto: Rubén de la Fuente
En la segunda parte nada cambió. Se añadieron nuevos protagonistas al escarnio, Filipe en dos ocasiones, también Koke. Hasta Savic y Gabi corrieron peligro en los pies de sus propios compañeros. Una patada de Godín al montenegrino y un balonazo de Thomas a Gabi casi dejan fuera de juego a los bravos jugadores colchoneros. El capitán, conmocionado, con los médicos tirando de él hacia el vestuario y el cambio solicitado, arrojó una nueva lección sobre el césped, haciendo saber que no iba a borrarse de una batalla tan enfangada. Salió, resistió hasta el final y se entregó hasta el último suspiro. Como si Lyon no estuviese a tres días, como si acaso ese fuera su último partido.
Aquello se había convertido en un peloteo extraño entre patada y patada y ahí el árbitro se sacó de la manga un penalti en contra de un Atleti que ya lo que intentaba era salvar sus piezas de cara a la final. Emergió Oblak, que atajó la pena máxima a Fajr con un paradón impresionante y que, en la recogida del rechace, se llevó otra patada que hizo temblar a toda la hinchada rojiblanca. Cambió por fin Simeone, y dio entrada a Gameiro, Torres y Correa, por Griezmann, Costa y Koke. Los delanteros entrantes demostraron el abismo que los separa ahora de la titularidad fallando dos ocasiones clarísimas cada uno que pudieron ser la sentencia del partido.
Con todo, le valió al Atleti para, de nuevo uno a cero, llevarse los tres puntos que casi le dan todas las opciones para conservar la segunda plaza. Ahora sí, después de un partido tan duro, Simeone va a hacer pensar a todos en el próximo partido, la Final de Lyon, un lugar en el que el Atleti ha de saldar viejas cuentas y sobre todo, volver a sentirse campeón.
Fotos: Rubén de la Fuente
