Diego Costa ha regresado al Atleti para darle justo lo que necesitaba. Pocas veces en el fútbol, un puzle tan imperfecto, de aristas tan complejas, una pieza puede completar el juego de una manera tan contundente. En Lleida dibujó en 25 minutos todo lo que venía a ofrecer y frente al Getafe, ya en su lugar de titular, volvió a dar una exhibición de todo aquello que conforma su universo. Garra, esfuerzo, combatividad, eficiencia, pasión y un punto de locura. Diego Costa es el guante que encaja suave y ajustado en la mano árida del Atlético porque Diego Costa es puro Atleti, por cualquier lado que se le mire.
En los primeros veinte minutos el Atleti mostró el equipo en que se ha convertido con la referencia del hispano brasileño. Un equipo más intenso, si cabe, con una cantidad de variantes nuevas que nacen todas de la insistencia del de Lagarto arriba. Costa tira diagonales sin descanso, se desmarca y vuelve, cae a una banda, choca, se levanta y tira una pared y cuando la pelota le cae cerca del área, como dice Simeone, le transmite el miedo al mundo. El equipo de Bordalás se mantuvo ordenado y se dedicó a tratar de destruir el aluvión que se le venía encima. Usó sus armas, paró el juego, abusó de las faltas con la connivencia de un Munuera Montero, un árbitro lamentable que permitió la dureza a unos y castigó sin criterio a otros, hasta el punto de que en la primera mitad el Atleti salió casi a tarjeta por falta. Carrasco lo intentaba por la izquierda, Costa casi acierta en un tiro buscando la escuadra desde la frontal pero fue finalmente Correa quien con una definición impecable, de exterior, buscando el palo largo a la primera, el que rompió el marcador tras un pase excelso de Griezmann que ha retrasado su posición con la llegada de Diego Costa para mostrar así la mejor versión de sí mismo.
En la segunda mitad, el partido siguió por los mismos derroteros. Un Atleti mandón tratando de sentenciar, un Costa interminable, un Getafe ordenado tratando de minimizar daños y un árbitro desnortado que convirtió un partido fácil en una esquizofrenia absurda. Amonestó a Costa, como a Griezmann o a Lucas por jugadas que no fueron siquiera falta y al borde de la media hora, cuando Costa, tras otro pase de gol de Vrsaljko desde la derecha, hizo el segundo, lo expulsó haciendo una interpretación purista del reglamento porque el de Lagarto hizo aquello que llevaba tres años soñando, abrazarse a su gente después de haberles regalado un gol.
El Atleti consiguió tres puntos más y dejó la evidencia de que va a elevar la manera en que molesta a niveles superlativos merced a un Diego Costa que lo acapara todo desde su llegada. Un jugador espectacular que el Atleti y sus niños reciben como el mejor regalo de Reyes, pese a que los jerifaltes de la Liga se empeñasen en fastidiar el día con un infame horario que trajo una de las peores entradas del Metropolitano.