Parecía un partido más, un rival, el Mallorca, que parecía asequible si se miraba la historia y la estadística, pero luego estaba el condicionante mayor, la vuelta de los internacionales del parón de selecciones, que obliga al Atleti a dar descanso obligado a todos los que cruzan el océano. Por suerte, Simeone cuenta con un fondo de armario con el que ha construido un equipo en el que las ausencias no son mayúsculas, se suplen y parece que no pasa nada. Nos podemos engañar pensando que es una cuestión sólo de nombres, pero no es así, es una cuestión de equipo, y para hacer un equipo como el que el Atleti tiene ahora hace falta algo más que una colección de estrellas, hace falta la genialidad de una mano que sepa unir todas las piezas.
No era un partido más, era un partido esencial, porque son con estos puntos, tan trabajados, tan dificultosos, con los que los equipos son capaces de ponerse en disposición de competir las Ligas. El Atleti ganó al Mallorca con un golazo de Griezmann cuando el partido ya estaba entrando en la fase de tropiezo, un centro de Hermoso y un cabezazo espectacular. Tiene el Atleti en Antoine su profecía bíblica del hijo pródigo, un jugador de esos que parecen echados en formol, por los que no pasan los años, que desafían las leyes del tiempo y nos hacen creer que a cada año que pase, será mejor.
El Mallorca lo puso difícil con esa planta de Aguirre de apurar sus recursos, de defender con dos líneas muy juntitas ahogando los espacios. El Atleti trataba de desatascar aquello sobre todo por la izquierda, con Lino, el más inspirado, intentado romper el partido sobre su vértigo. Morata lo intentó de todas maneras, pero empieza a entrar en modo Morata, voluntarioso, abnegado, pero marrando una ocasión tras otra. Las tuvo de todas los colores, justo es reconocer su esfuerzo, pero no era su noche para el gol.
Pero no era un partido cualquiera, Koke hacía seiscientos partidos, y conviene que nos repitamos mucho estas cifras, porque al vivirlas en directo las subestimamos. Seiscientos partidos de un tipo que cuando jugó el primero, ya llevaba once años defendiendo la camiseta del Atleti. Eso son palabras mayores, y hay que ponerlas en valor. Pero a su lado juega otro que está a tres tantos de ser el que más goles ha marcado en esta historia infinita de este club inabarcable. Juegan juntos, el seis y el siete, y nosotros los vemos, como si fuera algo normal, pero no lo es.
Dieciocho victorias consecutivas en el Metropolitano. No era un partido cualquiera.
