Locura y final

Era una semifinal a un único golpe, un partido de navaja afilada, de saber caminar en el alambre, uno de esos encuentros que duran noventa minutos, que al parecer es más de lo que muchos esperan. Uno de esos escenarios donde todo se difumina: presupuesto, jerarquías, miedos, anhelos no se disponen con lógica, pasan a ser simple atrezzo y el fútbol se muestra en su dimensión más apasionante, aquella por la que lo amamos porque nos recuerda que las cosas no siempre son como se esperan sino que a veces sucede lo increíble, lo que era imposible se muestra de manera inverosímil. Ese lugar exacto en el que el Atlético de Madrid enseña su sonrisa, socarrona y carabanchelera, y ajusta sus cuentas con la vida. Así renace su pasión sin llegar a morir del todo. Siempre creyendo, siempre pensando que queda una posibilidad.

La primera parte fue igualada hasta que dos golpes, uno involuntario y otro no tanto, dejaron KO a Correa y Oblak respectivamente. El Atleti quedó grogui con dos jugadores renqueantes que, afortunadamente, aguantaron dentro del partido y el Barcelona tomó el mando y empezó a acosar la portería rojiblanca. Tuvo una Messi muy clara que repelió el portero esloveno y sobre todo, un mano a mano de Griezmann en el su excompañero ejerció su posición de mejor portero del mundo. El Atleti resistía y miraba el reloj con desespero hasta que llegó al descanso milagrosamente indemne.

La segunda parte fue una auténtica locura. A los treinta segundos, Koke, que había entrado sustituyendo a Herrera, culminó una triangulación de Joao y Correa y puso por delante al Atleti con un tiro cruzado dentro del área. El Barcelona necesitaba remontar y lo hizo, aferrado a un Messi excepcional. Es difícil evaluar el juego del Barcelona en noches así, donde el astro argentino acapara todo. Messi recibe en tres cuartos, inicia las jugadas, ordena la fluidez, pero también aparece en las zonas de castigo. Messi dispone, Messi ejecuta. Es un futbolista omnipotente, un manantial del que fluye a borbotones el fútbol cuando está inspirado. En el cincuenta, agarró un rechace en el interior del área y regateó ante la poca contundencia de Savic y Felipe para ajustar un derechazo inalcanzable para Oblak. Siguió el empuje del Barcelona comandado por su general en jefe, que hizo el segundo apenas nueve minutos después, pero el VAR lo anuló al mostrar que se había ayudado del brazo en el control. Dio igual, Messi estaba desatado e inició la siguiente jugada que acabó con un cabezazo a bocajarro que salvó en milagro Oblak, aunque Griezmann empujó el rechace a gol.

El Barcelona avasallaba al Atleti que no encontraba su lugar en el partido. Simeone dio entrada a Vitolo por Lodi, de nuevo Saúl al lateral, para tratar de reforzar una banda en la que el brasileño no coge vuelo defensivo. Se resintió de su lesión Koke en el 72, entró Llorente por él y justo ahí cambió el signo del partido. El Barcelona hizo el tercero con un pase milimétrico de Messi a la espalda de la zaga colchonera; Vidal sirvió a Suárez, que ejecutó el gol y parecía que la eliminatoria. Pero de nuevo el VAR intervino para anular por fuera de juego del chileno y esa acción propició la inversión total de los valores. Fue como si el Atleti recuperase de súbito toda la energía, como si se la extrajese al Barcelona en la misma medida. El Atleti fue un dementor terrible para los de Valverde, fue a por el gol que necesitaba para no morir y lo hizo agarrado a la calidad de Vitolo, con Correa variando su posición al medio y contra ul rival que parecía agotado. En el ochenta y uno hubo un penalti clamoroso de Neto al volante canario, que le regateaba para hacer gol. Morata convirtió la pena máxima y el Atleti fue a por más. Hubo otro penalti por manos de Piqué increíblemente no señalado, ni por el colegiado ni por el VAR, pero los de Simeone entendieron su momento en el partido y apenas sin tiempo para lamentarse, en una contra iniciada por Llorente, Morata dejó mano a mano a Correa frente a Neto, que realizó el gol que daba el pase a la final. Con los de Valverde volcados a la desesperada, una cabalgada de Llorente pudo poner el dos a cuatro pero el cancerbero barcelonista detuvo in extremis.

Sufrió el Atleti los envites de los minutos de prolongación y llegó el pase a la final. Una final lograda a golpe de coraje y corazón, de recuperar los principios básicos que trajo de vuelta Simeone: rendirse, nunca; creer, siempre. Una segunda parte en la que el Atleti sentenció al Barcelona a base de convicción y contundencia, tal vez sus principales lastres en lo que va de temporada. Aferrado a la locura, haciendo lo que parecía imposible, rompiendo los guiones establecidos, simple y puro Atlético de Madrid.

Autor: José Luis Pineda

Colchonero. Finitista. Torrista. Nanaísta. Lector. Escribidor a ratos. Vivo en rojiblanco.

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