Todos quieren colocar a Bordalás como heredero del Cholo, por su estilo, por su capacidad para optimizar los recursos de un equipo y hacerlo competir por encima de sus posibilidades, y tal vez haya algo de cierto en el fondo de esa intención, aunque la realidad es que la distancia que separa a Simeone del preparador del Getafe es tan grande que casi ha convertido esta continua comparación en una suerte de maldición para éste último, que no solo no consigue ganar al que otros marcan como su referencia, sino que ni siquiera logra hacerle un gol.
Bien pudo hacerlo el Getafe en la primera mitad en la que planteó un gran partido. Tres puntos le daban Europa y eso se reflejó en la intensidad de los azulones, que jugaron muy juntos, con una presión altísima, líneas adelantadas y proyectando ataques veloces, aunque poco certeros. El Atleti estuvo muy impreciso en el medio, y también en la parte defensiva, y sólo la providencia, o la maldición antes citada, impidió que los locales se adelantasen en el marcador. Hasta en tres ocasiones se dio por hecho el gol de Jaime Mata, que erró ocasiones que hacían presagiar para los clásicos de las leyes inexorables del fútbol, que aquello tendría castigo. La primera parte del Atlético fue mala, incapaz de articular la posesión del balón, sin verticalidad en el ataque ni solidez en la defensa. Tan sólo la explosividad de Llorente sacaba algunas veces el partido del guion. El Atleti pedía a voces el descanso y con suerte llegó a él con la portería todavía a cero.
En la segunda parte todo cambió. Apareció el efecto Llorente, que en su nueva posición de delantero recogió un rechace de Carrasco en la frontal y, en un movimiento de puro nueve, se giró sobre sí mismo y mandó un zapatazo al palo corto que dejó a Soria haciendo la estatua. El Atleti hizo lo más difícil, ponerse por delante en un partido que le había sido tan adverso en su primer acto, pero a partir de ahí, todo fue coser y cantar. El Getafe acusó el golpe y también el cansancio, el enorme despliegue de los primeros cuarenta y cinco minutos empezaron a pasar factura en el plano físico y ahora sí, el Atleti recuperó la precisión y empezó a jugar a un toque invirtiendo las reglas del partido. Influyó la entrada de Thomas por Saúl, el ghanés dio fluidez al juego de ataque. Después, por si fuera poco, Simeone renovó su artillería y el Getafe, ya agotado, tuvo que resistir el refresco de Morata (que coincidió por primera vez con Costa durante unos minutos en este periodo postconfinamiento), Vitolo, Lemar y Herrera.
En una recuperación de Thomas, que sirvió en profundidad a Vitolo, nació el segundo gol del partido. El canario avanzó, se internó en el área, dribló y sirvió un pase atrás al que llegó Thomas, que se había seguido la jugada, para sentenciar el partido. Desde entonces, el Getafe fue una sombra de lo que había sido, un muñequito de trapo en manos de un Atleti poderoso, que hacía valer todo su potencial. Hasta Lemar estuvo bien, apareciendo por banda derecha, intentando combinar en todo momento. Tuvo una jugada que pudo acabar en gol de no ser porque Soria se anticipó a Morata en boca de remate tras el pase medido del francés. El partido pudo acabar en goleada, pero el nueve del Atleti no estuvo preciso, en los controles, en los milimétricos fuera de juego en los que cae una y otra vez, en la definición. Tres valiosos puntos que dan dos de ventaja sobre el Sevilla para la tercera plaza. Con un empate en el último partido estará hecho y la Liga definitivamente cerrada.
Foto: atleticodemadrid.com
19 julio, 2020
No creo que el cholo sea mejor que el entrenador del Jetafe. Habría que ver lo que haría cada uno de ellos en los equipos contrarios.