Un sabor especial

Existen resacas que podrían durar toda una vida. La que nos invade desde el pasado sábado es una de ellas. Borrachos de felicidad todavía, cuesta mirar con perspectiva y darse cuenta de lo acontecido nueve días atrás. De Valladolid a Neptuno, de Neptuno al Metropolitano, del Metropolitano al cielo. Tal vez sea esta la ruta hacia el Paraíso de la que hablaba Dante en su Divina Comedia. Sinceramente, no me extrañaría. Dudo mucho que se pueda experimentar una catarsis tan plena como esta. Por mucho que lo intenten, nadie nos podrá arrebatar estas dosis tan necesarias de alegría. Seguiremos festejando hasta que las fuerzas nos fallen. Por algo somos campeones de Liga y campeones de vida.

Hay algo en este título que le otorga un sabor especial. No sé si llamarlo justicia divina porque hace tiempo que dejé de creer en las vicisitudes del destino. El fútbol no te da lo que el fútbol te quita. Detesto esa idea de los merecimientos y las deudas pendientes. Sin embargo, siento que esta Liga desprende un aroma a reconciliación con los crueles dioses del balompié. Partido a partido, nos fuimos quitando todas las espinas clavadas. Tras Pucela, ya no quedaba ni una sola astilla. Adiós a la eterna falacia del ‘pupas’, adiós a ese absurdo derrotismo atribuido a una hinchada que no se cansa de ganar, dentro y fuera del campo. Lo del parking del José Zorrilla merece una mención aparte. En estos tiempos de oscuridad, ver a esa marea rojiblanca explotar de júbilo eriza la piel de cualquiera. Cuesta describir con palabras tal lección de pasión y fidelidad. Fuera de las gradas, la afición del Atlético de Madrid no dejó de estar presente. Solo ella, nadie más. Esa es nuestra mayor victoria.

Pero si alguien salió vencedor de Pucela, ese fue Diego Pablo Simeone. Sería demasiado fácil pasar la factura a aquellos que vilipendiaron al mito. No hace tanto, los gurús que hoy lo aclaman profetizaban su caída. Algunos esperaron con ansias su derrota definitiva. Y sin embargo, lo que llegó fue su mejor obra. Quizás no la más perfecta, pero sí la más meritoria. Porque si la 13/14 fue una consecuencia de lo que se venía gestando dos años atrás, la 20/21 fue una genialidad nacida de una intervención divina. El 1-5-3-2 patentado por el ‘Cholo’ esta temporada merecería su hueco en el museo junto a la copa. Como la pausa de hidratación frente a Osasuna. Como la odisea blanca de Granada a Málaga. Como los penaltis del Alavés y del Elche. Como el FIAT Panda de Filomena. Como el cucú. Como el VAR. Como tantas y tantas cosas que han hecho de esta Liga un hito inolvidable.

Y ahora, ¿qué? El tiempo dirá. Carpe diem, que diría Horacio. Sin embargo, se hace difícil regatear al porvenir. Más aún, sabiendo que será la primera vez que Simeone podrá disfrutar de un proyecto continuista después de una gran gesta. Con esta generación de campeones y con Madrid y Barça sumidos en la incertidumbre, ¿quién se atreve a no soñar? Tal vez la euforia esté abrumando mis sentidos, pero no es momento para la mesura. Ya habrá tiempo de atarse los machos de nuevo. Hasta entonces, sigan celebrando. Nos vemos en las gradas.

Foto: atleticodemadrid.com

Autor: David Gómez

Alcarreño. Adicto a la buena música y a la escritura. Estudiando y haciendo periodismo con un micrófono y un papel. Esclavo de una pasión llamada Atlético de Madrid.

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