Nos sobran los motivos

Aún vivo el fútbol de forma irracional. El día que el sentimentalismo desaparezca y que los aficionados nos guiemos única y exclusivamente por datos estadísticos o balances contables, nada de esto tendrá sentido. Al menos para mí, que soy quien al fin y al cabo escribo por estos lares.  La llegada de Antoine Griezmann al Atlético de Madrid ha generado opiniones de todo tipo. Desde los que no olvidamos la forma en la que salió del Club, hasta los que serían capaces de vestir de blanco con tal de ganar ese trofeo innombrable que les trae de cabeza.

Entiendo a quién haya integrado ya al francés en el rebaño de los suyos. Lo entiendo, pero no lo comparto. Entiendo que haya gente que prefiera quedarse con uno de los máximos goleadores de la historia rojiblanca y primer anotador del Nuevo Metropolitano. Yo seguiré recordando el 6/10, el documental o la fatídica noche de Turín. Y en el primer partido en casa le haré saber que aún sigo dolido. Lo que no entiendo ni acepto, son los discursos moralistas sobre qué o a quién silbar. Máxime cuando en el Metropolitano, y no hace mucho, se podían escuchar reproches o silbidos cuando un sector cantaba a favor de nuestro capitán y nuestro entrenador.

Me sobra el fichaje de Antoine, de verdad. Me sobra traer de vuelta a alguien que se marchó para ganar títulos y ahora llama desconsolado a las puertas del actual campeón de Liga. Me sobra la campaña de blanqueamiento, nunca mejor dicho, que se está organizando en torno al francés. Me sobran estadísticas y me faltan actos de respeto. El respeto que no tuvo, ni por la hinchada ni por sus compañeros, cuando la noche antes de un partido decisivo estaba con la cabeza en la campaña siguiente, negociando bonus y primas. Me sobra una titularidad en su primer partido, quitando el hueco a algún jugador que la temporada pasada nos hizo campeones. Me faltan gestos de arrepentimiento y algún que otro vídeo (de esos que tanto le gustan a él) explicando su marcha y pidiendo perdón a una hinchada que lo colocó en un trono en el que él mismo se encargó de defecar.

La vida da muchas vueltas y uno nunca sabe si Griezmann volverá a meterse a la afición en el bolsillo y hará historia en el Atlético de Madrid. O nos traicionará y se marchará de nuevo. Lo que si tengo claro es que yo no le voy a abrir las puertas nada más llegar y que el respeto que se ganó y al que prendió fuego en aquella temporada, deberá volver a ganárselo sobre el césped. Porque, como dijo Sabina, a algunos nos siguen sobrando los motivos por los que no quererlo.

FOTO: IMAGO

Autor: Marcos Martín

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2 Comentarios

  1. A ver Marcos, supongo que nadie olvida las formas en que te traicionan, en cualquier aspecto de la vida. Yo también pienso así.
    En el caso de Griezmann, tampoco pudimos olvidar sus formas. Hasta su ultimo video de baja calidad.
    Luego, como en todo, aparecen circunstancias en las cuales nosotros, yo sobre todo, somos incapaces de controlar.
    En mi vida como empresario, siendo presidente de una asociación, me he tenido que sentar a negociar con algún proveedor, con cual no me tomaría, como se suele decir «ni una caña de cerveza».
    Hemos llegado a acuerdos, el ha cumplido con su parte y nosotros con la nuestra. Pero por Navidades no nos mandábamos postales.
    Pues yo esto de Griezmann lo veo igual.
    Si cumple, encantado. Si no, expondré mi critica a él y a los que le contrataron.
    Pitarle no voy a hacerlo, nunca he pitado a nadie de nuestro club.
    Eso si, tampoco voy a virar la cara para verle y pedirle un autógrafo. Aunque sepa quién es.
    Si algún día pide disculpas, como yo entiendo que se piden las disculpas, pensaré que muy bien, pero siempre se me quedará algo dentro.

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  2. Aquí parece que todo cristo es de una moralidad intachable, eso no es así. No se debe exigir rectitud absoluta cuando no eres capaz de mirarte al espejo. O quizás yo no vea la condición humana como tal.

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