La visita del Atlético de Madrid hoy a Cornellà-El Prat volverá a contar con un aliciente muy especial. Por tercera vez desde su marcha del cuadro rojiblanco, el equipo colchonero se cruzará en su camino con un viejo amigo. Quique Sánchez Flores se enfrentará de nuevo a su pasado con la misión de ejercer como verdugo del Atlético. Lo necesita, pues la situación liguera del Espanyol amenaza seriamente a su puesto. El fútbol, caprichoso como ninguno, ha querido que sea el Atleti, su Atleti, el juez de su destino. Cosas del balompié.
Hablar de Quique Sánchez Flores es hacerlo de un icono para la hinchada rojiblanca, del hombre que empezó el retorno del Atlético campeón. Después de catorce años de vacío en las vitrinas colchoneras y de cuarenta y ocho en Europa, el técnico madrileño llevó a un Atlético desahuciado tras la marcha de Abel a ganar dos títulos en tres finales. El primero fue en la inolvidable noche de Hamburgo, donde un ‘doblete’ de Diego Forlán tumbó al Fulham y permitió al Atlético de Madrid levantar su primera Europa League. El segundo sería la Supercopa de Europa en agosto, donde Reyes y el Kun Agüero le arrebataron al Inter de Milán el único título que le faltó por ganar en 2010. Solo perdería una final: la de Copa del Rey en Barcelona. Allí, el Sevilla derrotaría a un exhausto Atlético con goles de Diego Capel y Jesús Navas. Para el recuerdo, las 50 000 gargantas rojiblancas coreando al unísono a sus futbolistas tras finalizar el encuentro. Una imagen imborrable en la retina de todo aficionado colchonero.
Conviene poner en perspectiva lo cosechado por Quique, pues aterrizó el 23 de octubre de 2009 en el Vicente Calderón tras fracasar las negociaciones con Michael Laudrup y Luciano Spalletti. Por entonces, el Atlético de Madrid estaba sumergido en una de sus peores crisis deportivas, siendo el más goleado de Primera División y a un punto del descenso. Debutó en la ida de los dieciseisavos de la Copa del Rey frente al Marbella, con el Atlético venciendo a los andaluces por 0-2. 102 partidos después, el preparador madrileño dejó un Atleti ganador y en Europa. Por primera vez en el nuevo milenio, Neptuno recibió la visita de sus amigos indios. Antonio López subió al dios del mar para colocarle la bufanda rojiblanca. Todo gracias a Quique.
Bajo la dirección del ex entrenador de Getafe, Valencia, Benfica o Watford entre otros, el Atlético experimentó alguno de los momentos más memorables de su historia reciente. A las finales ya mencionadas habría que sumarle la épica remontada al Recreativo de Huelva en los octavos de Copa, donde el Atlético consiguió levantar el 3-0 de la ida endosando un 5-1 a los onubenses. O el gol de Forlán en la prórroga de Anfield que permitió al Atleti llegar a su primera final europea desde la de la Recopa de Lyon en 1986. También con Quique, el Atlético fue capaz de derrotar al Barcelona por última vez en Liga. Lo conseguiría en 2010, con goles de Forlán y Simão.
Pero más allá de su legado a nivel de títulos y estadísticas (cosechó un 49% de victorias con el equipo rojiblanco), Quique Sánchez Flores puede atribuirse múltiples méritos a la hora de exprimir al máximo a sus jugadores. Con él se completó la línea ascendente que el club emprendió en 2007 con la dupla Agüero-Forlán. Argentino y uruguayo ofrecieron lo mejor de sus prestaciones con el madrileño, pese a que el de Montevideo terminara enfrentado a Quique en su última temporada. Mención especial merece la figura de José Antonio Reyes, que Quique rescató del Benfica para convertirlo en uno de los futbolistas más determinantes del balompié español. De la mano de Sánchez Flores, el utrerano exhibió su mejor fútbol con la elástica rojiblanca, hasta el punto de pasar de odiado a amado por la parroquia del Manzanares. Pese a que Reyes fue, sin lugar a dudas, su obra maestra, Quique Sánchez Flores dejó tras de sí la consolidación de figuras como David De Gea o Álvaro Domínguez. Además, bajo su tutela, debutaron canteranos como Koke Resurrección, pilar imprescindible en el Atleti actual.
Quique se despidió del Calderón una tarde de mayo de 2010, en la que el Atlético había derrotado al Hércules por 2-1 para asegurar su presencia en la Europa League la siguiente temporada. Pese a que su segunda campaña al frente del cuadro rojiblanco no fue tan exitosa como la primera -aunque el inicio había resultado muy esperanzador tras ganar al Sporting y al Athletic en San Mamés-, Quique Sánchez Flores se marchó del Manzanares bufanda al cuello y lanzando un último beso al césped que lo había encumbrado a la cima. Aquel idilio entre el club colchonero y el hombre de inconfundible jersey negro perduraría para siempre. Así se demostró en su regreso al templo colchonero la pasada temporada, donde toda la afición coreó al unísono su nombre.
Esta vez como rival, Quique se reencontrará con lo mejor de su pasado. Como rival del Atlético, el madrileño siempre ha sido un hueso duro de roer para los de Simeone. En ocho partidos, el cuadro rojiblanco solo ha sido capaz de doblegarlo en una ocasión. Fue la pasada temporada, cuando un tanto de Antoine Griezmann dio la victoria al Atlético contra el Espanyol. Ahora que se encuentra contra las cuerdas, Quique se aferra a los precedentes para salvar su puesto al frente de los ‘pericos’. Los atléticos, pase lo que pase, nunca olvidarán que, antes del ‘Cholo’, hubo un hombre que recordó a aquel gigante caído cuál era el camino para volver a ser campeones. Como en el 96. Como en el 2010. Gracias Quique.
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