Raúl García llegó al Atlético en un tiempo en el que la necesidad lo devoraba todo, incluido jugadores como él, que venía como uno de esos nuevos valores que siendo tan joven, ya había cargado a su espalda a un equipo histórico como Osasuna. En la capital se encontró un mundo nuevo y desconocido, alguna afrenta que otra y mañanas de ceño fruncido.
No fue fácil para él, siempre en segunda fila, siempre discutido entre exigencias desproporcionadas de un equipo que deambulaba sin rumbo. Después, ocupando aquel puesto que la tardía llegada de Tiago dejaba libre entre semana, consiguió ser protagonista el año en el que el Atlético de Madrid volvió a levantar un título. Fue campeón, pero siempre entre la duda y la terrible sensación de sentirse prescindible. Tuvo un viaje de ida y vuelta y la sensación de que tal vez ya nunca se quedaría. No fue fácil para él, incluso podríamos decir que fue una cuestión de suerte, la suerte de encontrarse con el hombre que corrigió el camino de ruina y despropósito que había tomado el Atlético.
Simeone lo dejaba fuera de la convocatoria y a la mañana siguiente, el tipo volvía a entrenar el primero, el más dispuesto, ni una mala palabra, ni un mal gesto, sólo más ganas que el día anterior. Así una vez, y otra, y otra. Lo ponía veinte minutos y le entregaba la vida. De a poquito, Raúl García se convirtió en uno de los pilares del Cholo, uno de los máximos exponentes de la filosofía que ha iluminado la vida de tanta alma rojiblanca: “Si se cree, y se trabaja, se puede”.
Raúl García caminaba sobre la Historia reciente del Atlético forjando una leyenda sin ruido con la misma naturalidad con la que salía a jugar en manga corta en Kazán o cualquiera de esos sitios de grados bajo cero: sin aspavientos, sin gestos forzados, sin concesiones de cara a la galería. Así, partido a partido, construyó una historia de superación y un ejemplo. Se marcha con los números de un ídolo: con 329 partidos disputados con la rojiblanca (ha quedado a uno solo de Escudero), es el jugador que más partidos internacionales ha jugado con el Atlético de Madrid (71), y el que ha estado presente en todos los títulos (7) de esta laureada última época del equipo, siendo decisivo en muchos de ellos. Pero más importante que eso, Raúl se quedará para siempre en el corazón de tanto atlético que no olvidarán aquel gol de Mestalla, aquel apretar de puños del Bernabéu o, en aquellos tiempos donde no todo era lírica, la salvaguarda de una dignidad maltratada “con el 0-0 no lo haces…”.
Raúl García, el tipo que combatía el frío en manga corta, deja sus números y sus títulos y también una parte de ese corazón, de esa hombría. Deja la lección aprendida y la enseñanza de lo que un atlético siempre quiso ser. Desde la modestia, pelear siempre contra lo que viene establecido. Desde el esfuerzo, entregarlo todo sin guardarse nada. Desde el silencio, la gloria.
twitter: @jlpinedar
©José Luis Pineda Requena
Córdoba, 1 de septiembre de 2015
2 septiembre, 2015
Fántastico homenaje. Me pongo en pie, para aplaudir como siempre he hecho a Don Raúl García y al al autor del artículo.