Sábados golfos

Llegar tarde, cerrar todo a última hora y meterme en problemas, son cualidades que me ha llevado media vida consolidar. Es imposible no alegrarse de que el Atleti se me asemeje tanto y se identifique con ellas. En los últimos partidos, raro ha sido en el que no ha llegado a los minutos finales con la urgencia de marcar un gol, dos o de evitar una tragedia a última hora.

Cierto es que el relato cambia según sea el equipo. Mientras que en alguno se ensalza su grandeza y su espíritu ganador, porque son capaces de alcanzar el triunfo al límite y sin merecerlo, en el Atleti victorias idénticas se identifican fácilmente con la agonía, el sufrimiento y atribuyendo gran parte del mérito al azar. Pero, lo cierto, es que resolver los partidos en quince minutos, golear por rutina o no pasar apuros, me es tan ajeno como participar en un revolcón en la cama estando de oyente. Me ocurre igual que en la universidad, cuando veía a los que aprobaban estudiando, y pensaba que así no tenía ningún mérito, que eso podría hacerlo cualquiera. Es ese modo de vida aburrido, en el que pasas las madrugadas de los sábados dormitando en el sofá con Sálvame Deluxe de fondo. Lo divertido del Atleti es que las noches igual pueden acabar en una cama ajena de la que hay que marcharse antes de que regrese su marido, que en la barra de un bar, utilizando de posavasos el recuerdo de la mujer que nos rompió el corazón por última vez.

La remontada en la prórroga de Liverpool, el penalti que Oblak paró al Elche o los partidos contra Osasuna y Valladolid, los llevamos marcados para siempre. Mucho más que cualquier goleada burocrática que nos hubiese dado el título de Liga a falta de cinco jornadas. Y no es fácil vivir así, con el agua al cuello, la espalda contra la pared y el fracaso respirándote en el cogote. Te deja agotado, con las pulsaciones aceleradas y la sensación de haber recortado un trozo de vida. Un tobogán emocional,  incómodo y difícil de gestionar. Inasumible para los que son felices conociendo de memoria el menú de toda la semana y  llegando holgados a final de mes.

Pero ser del Atleti es diferente. Ser del Atleti es vivir en un sábado golfo, que lo mismo puede terminar despertando en un lupanar que en comisaría. Una noche extraña en que lo mismo te asalta un ataque de ansiedad, que la acabas a altas horas, acabando unas letras a pocas horas de tenerlas que entregar. Y me encanta que así sea.

FOTO: IMAGO

Autor: Pike Bishop

50% de Bishop and Gittes. La mitad legal, concretamente. En esta vida de lo que realmente sé es de bares y del Atleti. Del resto, un mero aficionado.

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