Cuentan los más mayores del lugar que en los vestuarios de antes se respiraba un profundo aroma a réflex y no había espejos. Narran que los goles se celebraban con rabia mirando a la grada y los bailes eran únicamente para las discotecas. Existía en esa época un aire romántico que empapaba el fútbol como un fuerte aguacero. A pesar de que a muchos les vendría bien que ese sentimiento se erradicara -sólo hay que oír a nuestro presidente que solo apela al afecto si es para vender merchandising-, el domingo volvimos a llevarnos una lección de lo que debe ser para muchos un partido.
Llegaba Antoine Griezmann a lo que un día fue su casa, o al menos al lugar del que le dieron las llaves. Llegaba el mayor exponente del show en el que se está convirtiendo este deporte que cada día quiere imitar más a la NBA, donde el consumo del aficionado es más importante que lo que este piense o sienta. Era la primera vez que se ponía delante de la que fue su afición después de su traición veraniega. Sí, traición, porque la historia de Griezmann con el Atleti es la misma que aquel cabeza de familia que lo tiene todo: una buena casa, un buen sueldo, una gran familia, y lo hipoteca para irse con cualquier lío de una noche. Puede que sea más guapa, puede que el resto del mundo te envidie por ir de la mano de semejante mujer por Europa, pero para ella acabarás siendo uno más. Ella, acostumbrada a relaciones esporádicas y a romances de poco futuro, acabará por cambiarte por alguien mejor. Vivirás noches salvajes y éxitos rotundos, pero siempre tendrás ese sentimiento de vacío interior.
El domingo, bajo la lluvia, mientras Griezmann abrazaba a Messi después de marcar el gol que certificaba nuestra derrota, la hinchada del Atletico de Madrid siguió cantando. Tras ver perder a su equipo la familia rojiblanca se quedó a aplaudir a los suyos, que lo habían dejado todo en el campo sin obtener nada. La grada del Metropolitano, que antes fue del Calderón, sabe que el merecer no va con los suyos. “Merecimos más, pero…” Si por merecer fuera ya llevaríamos un par de Copas de Europa. Pero no, aquí hace mucho que entendieron que nuestro orgullo es la lealtad. Dar todo por tu gente, tu escudo y tu camiseta. Aquí se valora la actitud y el derrochar coraje y corazón, por eso Raúl García sale ovacionado cada vez que viene. Por eso el 5º máximo goleador de la historia del club fue recibido con pitos. Tú, Antoine, que hablabas de mesas en las que comer comiste en la mejor. No se bebe en vasijas de oro, pero se comparte todo. Jugaste al juego de las sillas y te has quedado sin mesa. En la suya solo comen los elegidos, en la nuestra solo comerán los que con nosotros pasaron hambre.
3 diciembre, 2019
Comparar a Griezmann con Raúl García es de lo más aberrante que he podido leer últimamente. Jode que se vaya Griezmann (como en su día Agüero, casos similares) porque era muy bueno (¿ quién nos mete los goles ahora? Ni el tato). Estamos viviendo las consecuencias de su salida, sextos, sin juego de ataque ni goles. Ojalá que el que se vaya muy pronto sea el que cobra 50 ks brutos y se sienta en el banquillo.
Eso del fútbol romántico me suena a cuentos de abuelo cebolleta.
3 diciembre, 2019
Antes de meterte en líos de este calibre y dejar que te pongan la cara colorada te recomiendo que eches un ojo a las estadísticas. El año pasado por estas fechas Griezmann llevaba 7 goles entre Liga y Champions, los mismos que ahora lleva Morata en un equipo que marca menos. Y sí es una aberración comparar a un tío que respetó y sigue respetando la camiseta del Atlético de Madrid con un ser despreciable. El abuelo cebolleta sigue con su cuento de fútbol romántico, tu en cambio sigues dando juego a millonarios engreídos que tienen 0 respeto por seguidores como nosotros. A seguir bien.
5 diciembre, 2019
Estoy de acuerdo con Indians, y digo que el francés, cambió la presidencia de una gran mesa, para vivir de las limosnas que a mesi le sobran, pero él lo decidió.