No lo pueden entender

Habían pasado más de quinientos días desde aquel Atlético de Madrid – Sevilla hasta que pude, por fin, volver a pisar la grada del Metropolitano. Durante todo ese tiempo, por la cabeza se me pasaron miles de situaciones sobre cómo sería aquel momento, pero en ninguno de ellos estaba lo vivido el pasado domingo. El fútbol es uno de los mayores ejemplos que podemos tomar para demostrar que la gestión de la pandemia es nefasta y que varias de las medidas rozan el abuso hacia la población.

Después de haber pagado el total de mi cuota de abono en el mes de julio, tuve que pedir la vez para poder presenciar un partido de mi equipo. Me tocó, pero sé de varios que tuvieron que quitarse la bufanda, bajarse del autobús y conformarse con verlo frente al televisor. Vi como en los alrededores del estadio la gente se congregaba para disfrutar de aquello a lo que los que aún vivimos del corazón llamamos vida. Sin mascarillas, con varias latas y algún que otro cántico. 

Vi a niños divertirse y padres sonriendo con la imagen. Vi reencuentros, abrazos y alguna que otra lágrima. Vi a Margarita, fiel a su cita, que paseaba por los aledaños abrazada a su icónico ramo. Camisetas rojiblancas y bufandas al cuello. Atlético de Madrid.

Tocaba pasar al interior y más de uno se despedía para marcharse al bar a verlo. Como cada año pagó su abono, pero esta vez no puede pasar. Ambiente extraño y mucho hueco vacío. El descanso trajo la parte más triste: ni un solo bocadillo. La tradición de romper el papel albal mientras los jugadores enfilaban el túnel de vestuarios había sido sustituida por un atracón previo o aguantar el hambre y cenar al filo de la media noche.

En esa atmosfera en la que esta vez el bolo alimenticio no hacía irreconocible las opiniones, escuché a un chaval. Miraba a uno de los palcos, en el que prácticamente la totalidad de sus ocupantes no llevaba mascarilla, bebían cerveza y comían distintos tipos de canapés. Acababa de darse de bruces con la injusticia en su versión más absurda. “Papá, ¿porque ellos sí y nosotros no? No lo entiendo.” El padre miraba y trataba de buscar alguna respuesta, pero no la encontró. Esta vez somos nosotros los que no lo podemos entender.

TEXTO: MARCOS MARTÍN
FOTO: GETTY

Autor: Marcos Martín

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