Nada ha cambiado y todo es diferente

Hay ideas y discursos que calan en el imaginario colectivo y son repetidos hasta la saciedad, a pesar de ser erróneos.  Así, son muchos los concursos de televisión en los que se sigue respondiendo que la capital de Brasil es Rio de Janeiro, para sorpresa de los televidentes al descubrir que es un fallo. También existen personas que continúan repitiendo la idea de que el león es el rey de la selva, a pesar de que no es un animal propio de esas zonas. O los que afirman, con total seguridad, que Simeone no ha variado jamás sus planteamientos en los diez años que lleva en el banquillo rojiblanco. Y pasa, créanme que pasa.

Obviemos las dos primeras afirmaciones y centrémonos en la última, básicamente porque esto es una página sobre el Atlético de Madrid y eso es lo que querrán leer. Hace poco me encontré con un conocido por la calle. Después de ponernos al día del estado de nuestras vidas tras tanto tiempo surgió el tema del fútbol. “El Atleti este año de pena, este hombre no va a cambiar nunca.” Lo primero que quise pensar es que la última vez que vio un partido nuestro aún jugábamos en el Vicente Calderón. Quise pensar eso, que trataba de sonar convincente y fingía saber realmente el estado de nuestro equipo, más allá de leer alguna crónica en los periódicos o ver un resumen de un par de minutos en el telediario. Quise pensar que no era esa clase de persona que necesita leer la crítica en Filmaffinity para confesar si la película le ha parecido buena o mala. Nunca me pareció un tipo manipulable. No, no era del típico grupo de gente que necesita consultar una aplicación en su Smartphone antes de opinar sobre el vino que acaba de probar. Siempre lo he tenido por alguien con criterio.

A pesar de llevar una década convirtiendo el agua en vino y multiplicando los panes y los peces (que le pregunten a Miguel Angel Gil,) Simeone sigue teniendo detractores en la masa social rojiblanca. Es lógico, nadie puede caer bien al grueso total de una hinchada. Diría que incluso es saludable que haya un porcentaje de críticos, pero con fundamento. El pasado domingo ante el Rayo, Simeone volvió a ser Simeone. Enterró sus anhelos de experimentar y volvió a la formula inicial: 4-4-2. Fue así cuando el Atlético de Madrid salió del ostracismo, se arrancó la pajarita hortera y el disfraz de nuevo rico y volvió a sus orígenes: Rosendo, chupa de cuero y vaso de tubo. Los aficionados que acudieron al Metropolitano volvieron a disfrutar de un cumulo de ocasiones que, de haber encontrado mejor acierto, pudieron desembocar en goleada y Oblak volvió a recordar lo que es marcharse a casa sin recibir un solo disparo. Trabajo, consistencia, solidaridad y, solamente después, talento.

Nada ha cambiado y todo es diferente. Si al final del partido uno de esos micrófonos que solo busca declaraciones de guerra y sentencias de muerte a la salida de la grada se hubiese parado con cualquier aficionado, la mayoría de comentarios serían alabanzas al buen juego y premoniciones de que este rumbo es el adecuado. Nada ha cambiado y todo es diferente. La capital de Brasil. Saca a Koke y deja a Vitolo, si quieres ganar partidos.

Autor: Marcos Martín

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