Aunque pudiera parecer lo contrario, la geografía es muy caprichosa. Cuando estudiábamos para convertirnos en los hombres y mujeres de provecho que no hemos llegado a ser, Europa contaba apenas con treinta países, isla arriba, isla abajo. Tras diversos apareamientos y divorcios de toda condición, el viejo continente actual cobija cuarenta y nueve países. Cuarenta y nueve territorios con sus nacionalidades, sus capitales y sus gobiernos, aunque sean en funciones. Lo de los caprichos de la geografía no lo decía tanto por la capacidad de multiplicación estatal, por muy asombrosa que sea, lo de la veleidad geográfica parte del hecho, también sorprendente, de la expatriación selectiva de grupos de individuos cuando conviene. El miércoles por la noche, sin ir más lejos, pitido final mediante de un encuentro con la emoción de un tercer y cuarto puesto del trofeo Carranza, los aficionados del Atleti nos convertimos en ciudadanos de otro país europeo como por arte de magia. De uno muy lejano. Quizá de Azerbaiyán, que además es tierra de fuego, como decía nuestra camiseta en pasados episodios.
Los atléticos nos hemos levantado esta semana con el pasaporte retirado y los ojos algo más rasgados. Frente a nosotros se perfilan veintitrés días hasta la final de Milán. Veintitrés días de invisibilidad y de extrañeza. De oír y leer atrocidades despojadas de cualquier asomo de imparcialidad. Tal vez los que las perpetren no alcancen a saber que el expatriado, por muy azerbaiyano que sea en estos días, no olvida el castellano y es capaz de hablarlo y entenderlo con cierta soltura. Personajes de renombre, opinadores e incluso intelectuales a tiempo parcial, ya glosan precipitadamente la gesta por venir y agotarán las existencias de adjetivos para referirse al rival del Atleti en la final. Eso sí, para no parecer xenófobos para con los azerbaiyanos del sur de Madrid, repartirán las migajas que sobren en sus banquetes de pleitesía a los necesitados extranjeros, que nunca se sabe.
Lejos de antojarse complicados, los días por venir refuerzan la identidad rojiblanca y retratan a cada pájaro con claridad. Nunca estuvieron, no se les espera por tanto. Las jornadas venideras servirán para unir más las filas, para soñar más fuerte con la posibilidad de hacer historia pero también con la de acallar bocas. Más que nunca, debería recomendarse no consumir en estas próximas fechas. Aíslense del ensordecedor ruido mediático de la maquinaria puesta al servicio de la causa. No entren al trapo, no debatan sobre violencia, estética futbolística y límites del reglamento con quien no entiende, no intenten razonar. Métanse en una burbuja. Asuman su condición de refugiados en su propia casa. Siéntanse orgullosos de ser azerbaiyanos y salgan a la calle con la nueva nacionalidad y la camiseta rojiblanca a la vista. Conviertan Carabanchel, San Blas o Chamberí en barrios de Bakú. Transformen cada rincón del país en el que habita un colchonero en un trocito de esa Europa lejana y preasiática a la que nos condenan. Si esto fuera medianamente serio, Google maps se adaptaría a los caprichos de la geografía para afirmar que el Manzanares nace en una montaña del Caúcaso y la fuente de Neptuno se erige a su orilla dando de beber triunfos a sus nuevos ciudadanos.
Foto: Ángel Gutiérrez – clubatleticodemadrid.com
6 mayo, 2016
El Atlético engrandece el fútbol, luchando por la liga y por la Champions contra superpotencias que le triplican en presupuesto. Es un ejemplo a seguir.
6 mayo, 2016
Y si se cumple el sueño y ganamos la final de la Champions (Que no veré), el espectáculo que tanto anhelan lo encontrarán en Neptuno.