Que no fuera Juanfran, deseábamos todos. Que no fuera nadie, claro, pero puestos a elegir que no fueran tampoco ni Fernando ni Gabi. Que ninguno de ellos tuviera que cargar con esa losa, aun sabiendo que ese lastre haría que les quisiéramos más si cabe. Juanfran es uno de ellos, de los que podemos contar apenas con los dedos de una mano. Hubiéramos pagado para que no fuera él.
No queríamos que fuera Juanfran porque cuando llegó a nuestras vidas no había nadie esperándole. Uno le imagina frustrado al descubrir que la recepción está cerrada tras un largo viaje. Seguramente tuvo que recurrir a la gélida compañía de un timbre al que llamar fuera del horario de atención al futbolista que llega en el mercado de invierno con pocas expectativas. El alicantino fue capaz de superar un pasado para olvidar y Simeone, cambio de acento mediante, supo exorcizar al extremo que llevaba agarrado al alma. El reinventado Juanfrán aprendió a golpes el oficio de defensa. Estudiando los movimientos de cada delantero que le tomaba la espalda, acabó sacándose el título de carrilero con excelentes calificaciones en el turno de noche. Su sacrificio y entrega nos ha enamorado sobre el césped, pero es fuera del rectángulo donde se aprecia su dimensión como persona.
Agradecido, el de Crevillente no pierde ocasión para jurar amor al Atleti, desechando por el camino proposiciones que prometen muchos ceros pero menos calor. Probablemente nunca será el que más camisetas venda ni el que más crónicas inspire, pero siempre estará entre los más queridos. No hubo quien no se alegrara más de lo normal por su penal definitivo ante el PSV. No hubo nadie que no sintiera como una puñalada mortal su fallo en Milán.
Juanfran pidió disculpas sin que hubiera necesidad de ello. Lo hizo mezclando lágrimas, suyas y nuestras, y prometió volver, como hizo en Lisboa para cumplirlo hace unos días. Con todo lo anterior en la mente, comprendimos por qué deseábamos que no fuera Juanfran o a lo mejor nos sentimos aliviados porque hubiera sido él. Es uno de esos hombres que logra que parezca insuficiente todo lo bueno que le ocurre. Un tipo que llegó sin que hubiera nadie esperando para abrirle la puerta y que ha acabado abriendo las suyas de par en par para esperarnos a todos nosotros.
Foto: EFE/Ballesteros