Llegamos pronto al Calderón, es noche Europea y hay que hacer previa. A las 18 la zona de “El Parador” estaba ya a reventar. Cervezas, cánticos y curiosamento mucho optimismo “hoy un tres a cero fácil” era el comentario predominante, desde la final de Hamburgo no recordada una previa tan optimista, donde todo el mundo veía clara una victoria fácil.
Pero la realidad del partido no fue así, un nuevo mano a mano fallado, como los del partido de ida, complicaba las cosas. El PSV estaba atrincherado, pero a la contra daba miedo y así iban pasando los minutos en algo más parecido a un tablero de ajedrez que a un partido de fútbol.
La prorroga fue más de lo mismo y el encuentro llegó al punto deseado por Cocú, los penaltis. Uno tras otro los holandeses iban anotando los suyos, incluso el quinto, lo cual ya no nos dejaba margen de error.
El último de los nuestros le tocaba lanzarlo a Torres y cuando se encaminaba al punto de penalti a muchos nos vino a la cabeza la fatalidad que ha rodeado a este equipo muchas veces y no nos quedo otra que pensar “que injusto va a ser como lo falle precisamente él”. Pero no, Torres ejecutó a la perfección, y aunque prácticamente solo quedaban los más jóvenes por tirar, supimos que esa tanda no se nos iba a escapar.