Alguien tiene que ayudarnos, ¿qué le pasa a Diego Costa? La pantera se ha quedado mansa, ya no ruge, no intimida y se queda a medias cada vez que sale a pasear por los campos de fútbol. El de Lagarto ya no se rebela, se ha deprimido dentro de su jaula y ahora, que el Cholo le abre hasta la puerta, no quiere salir a atacar a los demás.
Diego Costa era un jugador que vivía en el límite de la navaja. Para lo bueno y para lo malo, pero siempre al borde del éxtasis. El delantero sacaba lo peor de los rivales, de las aficiones contrarias e, incluso, intimidaba a los colegiados (más de uno se alegró cuando se marchó a Londres). Ahora, con el VAR, el delantero ya no quiere líos, no provoca a nadie y encima se echa unas risas con los centrales. Pero… ¿qué demonios le está pasando?
El síntoma más grave de que Costa no es ese Costa es, sin duda, la escasez de goles. Lejos queda aquel tipo que metió 36 tantos en 2014 o que anotaba día sí y día también en Stamford Bridge. La pantera está cansada y renqueante, le cuesta llegar al área rival y cuando la pisa, parece que le falta el oxígeno y erra su ocasión. Sus ideas se vienen abajo cuando ve al portero.
Igual estamos siendo muy críticos con él, no lo sé. Lo que sí tengo claro es que todo el subidón que nos regaló en pretemporada se ha disuelto en pocos partidos. Si alguien se ha ganado el respeto a creer en él es Diego Costa, el ser más loco y cuerdo que he conocido en el mundo del fútbol. La pantera puede despertar en cualquier momento, solo necesita un respiro para volver a las andadas. Si el Cholo confía en él, la afición debe volcarse con su bestia.