Uno de mis amigos disfrutaba de un gran trabajo, una casa envidiable y una familia, con esposa e hijos, bastante cercana a cualquier ideal. Era tan feliz que en cuanto pudo se lio con una compañera de oficina, arruinó su carrera y dejó su matrimonio y el chalet convertido en escombros. Joao Félix es de esa clase de tipos, de los que no deja pasar la ocasión para desaprovechar una oportunidad. Cada vez que su carrera parece coger velocidad y que la inercia de buenas actuaciones va ganando fuerza, tropieza con una lesión, lo expulsan o le llega un parón de selecciones para rebajar las expectativas. Hay que tener una habilidad innata para detectar estas oportunidades y dejar que se vayan por el desagüe.
Felipe es diferente derrochando oportunidades. Él es ese tipo corriente que cumple en su trabajo con normalidad, de forma pulcra y aseada, para al terminar la faena, de camino a casa, buscar el bar ideal donde encontrar pelea con cualquier parroquiano, y regresar a la noche con su familia, un ojo morado, magullado y feliz. El central acumula partidos donde tras una actuación decorosa, en la que ha pasado desapercibido y cumplido correctamente, de repente sufre un chispazo en su cabeza que le lleva a hacer una entrada fuera de lugar, cometer un fallo clamoroso o encararse con algún contrario. Lo que sea con tal de volver ese día a casa con una tarjeta, la responsabilidad de algún gol o la cara hinchada.
La situación de Correa es diferente. El argentino no es que busque problemas, es que lleva toda la vida surcándolos. Como si crecer en un barrio complicado, huérfano de padre y una colección de hermanos no fuese suficiente, Angelito arrastra una operación de corazón, las dudas de parte del Metropolitano y esa frecuente sensación cuando no eres hijo único, de que tu padre deportivo no trata a todos por igual. El delantero ha atravesado hasta ahora todas estas dificultades serenamente, tirando gambetas y controles imposibles sin inmutarse, como el que cruza una avenida con francotiradores y se detiene a la mitad para encenderse un cigarrillo sin que se le acelere el pulso. Pero últimamente parece cansado de que su esfuerzo o sus estadísticas pesen menos que las de otros, en las preferencias de Simeone. Llevamos demasiado tiempo sin caer rendidos ante esa sonrisa que despliega con los goles marcados. Seguramente porque uno también se acaba cansando de estar siempre metido en problemas, sorteando críticas, patadas y balas.
3 mayo, 2022
¿A dónde exactamente quiere llegar con su tesis?