La resaca del partido en Old Trafford todavía continúa. El Atlético de Madrid estará mañana en el bombo de cuartos de final de Champions tras eliminar al Manchester United y ahora, que venimos de un año bastante irregular, veo al equipo capaz de llevarse la orejona. No os puedo engañar, pero tengo el mismo ‘feeling’ que en 2016.
El Atleti está consiguiendo algo que, para mí, es lo más complicado en Champions League: ganar fuera de casa. Los rojiblancos remontaron en Milán, vencieron la finalísima en Oporto y ahora acaban de reventar Old Trafford -con lluvia de botellas incluida-. Lo que quiero decir es que el equipo tiene personalidad, garra y fútbol cuando la presión se posa sobre ellos. Cuando hay que ir a vida o muerte, el Atleti elige vivir.
Como en 2016, la inestabilidad marcó el camino de una plantilla también repleta de estrellas. Tal era la duda que muchos sentenciaron a Simeone tras la eliminatoria ante el PSV de octavos. El equipo pasó en el último suspiro, por penaltis y en el Calderón, sin conseguir hacerle un solo gol al equipo holandés en 180 minutos. Sin embargo, a partir de ahí los jugadores fueron sumando confianza a medida que pasaban las eliminatorias: ganaron al Barça de Messi y al Bayern de Guardiola. Casi nada.
Este año la cosa está así, hay aroma de Champions. Se puede respirar ilusión. El Atleti se marca un ‘all in’ en esta competición, se consolida partido a partido y ahora coge fuerza para la siguiente eliminatoria. Da igual quien toque, los muchachos van a morir en el campo. Simeone encontró un sistema que mira de tú a tú a los más grandes, un equipo compactado, cerradito y que siempre marca. Mantiene la pólvora arriba y empieza a echar el candado a la portería de Oblak. Si seguimos así, podemos soñar con todo.
El gran problema que ha tenido el Atleti esta temporada ha sido la versión ‘flan’ que ha mostrado cuando jugaba de local. No ha conseguido ganar ningún partido en el Metropolitano en esta edición de Champions: empates ante Porto y Manchester, derrotas frente a Liverpool y Milan. Empezamos pitando a Griezmann, a Koke, a Cholo y se nos olvidó que había que pitar al rival. Se generó un ambiente de mierda que favoreció al otro equipo, que siempre rascó un resultado positivo en nuestro estadio.
Pero esto es agua pasada. La afición y el equipo están unidos. El entrenador y los jugadores van a una. Simeone y los atléticos siempre caminarán juntos. Las dudas sobre Joao Félix se disiparon, Griezmann se ganó hace tiempo el perdón sobre el césped y encima la relación entre el Menino y el Principito, dentro y fuera del campo, nos puede llevar el próximo 28 de mayo al Stade de France. Con estos dos, a vida o muerte, no hay que temer,