Vaivén y festival
Frente al Alavés, el Atlético de Madrid buscaba su sexta victoria consecutiva en Liga con un once en el que Simeone se vio obligado a introducir cambios por las bajas. Entro Vrsaljko al lateral derecho y Kondogbia al centro del campo, que estuvo conformado por Llorente a la derecha y Lemar a la izquierda. En la punta de ataque formó la pareja Joao y Griezmann.
Arrancó bien el Atleti, cargando el juego por la banda de Lodi, y consiguió el primer gol calcando una jugada que ya empieza a registrarse en la memoria colectiva. El medio centro, esta vez Kondogbia, filtra un pase a la espalda de la defensa, donde Lodi rompe para servir en bandeja el gol a Lemar. Un milimétrico fuera de juego interrumpió el jolgorio pero el Atleti no se vino abajo y acto seguido, en una jugada por la derecha, Vrsaljko centró para que Joao hiciese gol con un remate de cabeza académico. Salto, suspensión, marcado de tiempos, giro y testarazo a la escuadra. Era el minuto once y parecía el anticipo de una fiesta, pero no.
El Atleti, con el marcador a favor, no supo gestionar el tempo del partido. Cedió terreno, pero sobre todo cedió intensidad, sesteó, se dejó ir, como si entendiera que aquello ya estaba resuelto. Esa falta de tensión espoleó a los de Mendilibar, que ponían la vida en cada disputa. Sin apenas acercamientos a Oblak, las sensaciones del partido era que el empate rondaba, en cualquier desajuste, en cualquier balón parado. Toda la parroquia miraba incómoda el reloj, deseando que llegase el descanso, esperando la palabra del Cholo para poder arreglar aquel desaguisado de desidia y dejadez. Llegó el entretiempo sin daño, pero la reanudación del partido fue aun peor. El Alavés apretaba y apretaba y el Atleti parecía no saber dónde estaba. Simeone, que había dispuesto dos cambios de inicio en la segunda mitad (Carrasco y De Paul), dio entrada también a Suárez. Tímidamente, agarrado a las galopadas del belga y al buen hacer del argentino en el medio, el Atleti empezó a cambiar su cara, a subirse a su vaivén positivo, pero justo ahí, en una jugada aislada, llegó el gol del Alavés. Remató muy solo en el área Escalante un centro medido de Edgar Méndez. Se mascaba la tragedia.
Sin embargo, el Atleti supo reaccionar. Con el peso del marcador en contra sacó su mejor fútbol y la entrada de Cunha, un jugador que siempre revitaliza los partidos, dio paso a la goleada final. Joao tomó las riendas del juego y dio un auténtico recital. El Atleti atacaba por dentro y por fuera, el Alavés se pertrechó en torno a Pacheco y pronto los colchoneros volvieron a poner el marcador a su favor. Fue merced a un penalti de Leujene a Cunha, que transformó Luis Suárez.
Después, Joao hizo el tercer gol remachando el fallo de Cunha, tras una jugada prodigiosa del portugués, que con un control orientado se deshizo de su marca, se internó en el área y dejó un caramelo que el brasileño no supo aprovechar. Félix remató el rechace y acabó con el partido. Todavía hubo tiempo para que Cunha filtrase otro pase maravilloso a Suárez, que dentro del área hizo aquello para lo que es un experto. Control y gol.
Goleada, tres puntos vitales en la pelea por la Champions y un chute de buenas vibraciones para uno de los partidos del año: Manchester.
Foto: atleticodemadrid.com