Es difícil prepararte para la fiesta cuando sabes que la gloria está reservada para otro. Ponerte esmero en elegir el traje, o el peinado, mirarte siquiera al espejo, cuando sabes que no va a servir sino para ver como la chica se va con el de siempre. Es difícil vivir esperando que suceda algo extraordinario pero hay personas y equipos que no consiguen entender la vida de otra manera. Ante la rutina: entusiasmo, ante la espera, lo inesperado.
El Atleti llegó a Mestalla en una tesitura complicada porque tanto Real Madrid (por detrás) como Barcelona (por delante), habían saldado sus choques con goleadas. Enfrente, un rival herido y potente, porque a pesar de lo que se vio en el césped, conviene recordar que el Valencia es un equipo con el mismo presupuesto que los colchoneros. El contexto era complicado pero los de Simeone rodearon todo su entorno de entusiasmo, y esa fue su arma más potente.
Con la lección aprendida de que todo sucede entre las líneas de espacio y tiempo que delimitan el terreno de juego del partido que se disputa en ese momento, el Atleti destapó en Valencia una de las primeras mejores medias horas de la temporada. Con una defensa inédita (Giménez y Lucas) por la baja del faraón uruguayo, con un Kranevitter titular y, por primera vez, haciendo un gran partido, jugó en campo contrario sabiendo tener el balón, eso que tanto se le critica. Koke mejora de a poquito, Saúl pegado al calificativo imponente y Vietto con una movilidad increíble, ofreciéndose, tirando diagonales como si en ello le fuera la vida y, eso sí, todavía negado de cara al gol. Griezmann: fuera de concurso.
Tocaba y tocaba el Atlético y tuvo el premio a su aplastante dominio con un golazo del francés desde la frontal tras una pérdida en la presión de Javi Fuego. El marcador empezaba a redondear justicias pero le duró poco la alegría a los de Simeone porque en una buena jugada por la izquierda del Valencia, Siqueira (cómo no) habilitó un centro que terminó rematando Cherisev tras el acomodo del Alcácer. Ahí tuvo un arreón el Valencia y otra oportunidad casi calcada que terminó despejando Oblak. Después, el descanso.
En la segunda mitad el Atleti salió con las mismas trazas que en el arranque, metido en el campo rival y tratando de encontrar el camino al gol. Con un Griezmann omnipresente empezaron a caer oportunidades pero solo el desacierto de Vietto impidió que el marcador se inclinase de nuevo. Entonces el maestro movió su varita e introdujo a Carrasco y Torres en el campo. Para los que acusan a Simeone de amarrategui, cabe destacar el cambio de Kranevitter por Torres en un campo como Mestalla cuando el resultado era de empate a uno. Simeone quería el triunfo.
Torres volvió a marcar el gol decisivo y después, Carrasco hizo el tercero en jugada individual culminando el gran partido que estaba haciendo en su regreso tras la lesión. El Valencia, que acabó con diez por la expulsión de Santos, fue difuminándose cada vez más ante el entusiasmo del Atleti que se gustaba más y más en un partido que puede terminar dándole mucho más que tres puntos. El contexto es feo porque el Barcelona parece el joven guapo y rico de la fiesta al que es difícil hacer sombra, pero cuando se cree en uno mismo y no se necesita mirar a los demás para encontrar la motivación de ser cada día un poquito mejor, se está en la posición adecuada para dejar que las cosas sucedan. El Atleti y su entusiasmo resisten y esperan. Que nadie se confíe en exceso.
Foto: Ángel Gutiérrez – clubatleticodemadrid.com
