Tres puntos en dos registros

Salió el Atleti a Anoeta con la presión de que una derrota lo alejaría definitivamente del título y lo dejaría sin objetivo alguno en una competición a la que le restan todavía doce partidos; salió presionado y comenzó dubitativo, con la Real tratando de atacar la portería de Oblak agarrada a la intensidad de los minutos iniciales. Disparó Oyarzábal débil desde la frontal tras un error en la salida de Saúl y ahí, el Atleti dijo basta.

Desde entonces y hasta el entretiempo, dibujó un partido excelso con el balón. Con Rodrigo imperial en el eje del juego, acompañado por Saúl, una sala de máquinas de precisión desde donde se volcaba el juego más a derecha que izquierda, pues la diferencia entre Koke y Lemar es todavía tan grande que casi da reparo escribirla. El canterano hizo una primera parte soberbia, multiplicándose en la recuperación y apareciendo siempre en los intersticios del costado izquierdo de la Real, en el que Theo no conseguía detener el juego del Atleti. Avisó por ahí Morata tras un remate a bocajarro tras centro de Koke que salvó milagrosamente Rulli. El Atleti acumulaba posesiones eternas en campo contrario, Griezmann se movía de lado a lado siendo un apoyo constante y Morata ejercía de nueve de jerarquía; aguantaba la pelota de espaldas para dar salida al juego, tiraba desmarques a un costado, al otro, galopaba en velocidad, chocaba con los centrales y, después de todo eso, aquello que realmente lo pone en valor: el gol.

En el treinta remató de cabeza la prolongación de Godín a la salida de un córner y tres minutos más tarde, también a balón parado, emergió como un titán entre la marabunta de defensas realistas para cabecear picado fuera del alcance de Rulli. Fueron dos golpes certeros que dejaron ko a la Real, que pedía el descanso casi de rodillas. El Atleti no bajó el ritmo y pudo sentenciar, si no estaba sentenciado ya, pero el final del primer tiempo llegó antes de que el resultado llegase a ser más abultado.

Los primeros quince minutos de la segunda mitad fueron un quiero y no puedo por parte donostiarra. El Atleti, permitiendo el balón al rival, defendió con soltura y el partido estaba a expensas de que llegase el tercero hasta que Koke cometió una falta absurda que le supuso la segunda amarilla y su salida del partido cuando todavía quedaba media hora por delante. Ahí, el Atleti cambió el registro y volvió a dar una lección de fútbol, ya saben, no sólo hablamos del preciosismo y los goles, sino la de la protección, la defensa. El público espoleó a su equipo, que tenía más de treinta minutos para poder meterse en el partido, pero los de Simeone, tal vez haciendo un ensayo de lo que será Turín, dieron una auténtica lección de ese otro fútbol que tanto enerva a muchos.

Había entrado Thomas al apartido en sustitución de un apático Lemar y tras la expulsión, Simeone quitó a Morata para meter a Correa y restablecer la línea de cuatro en el medio campo, dejando a Griezmann en solitario en la punta de ataque. El Atleti se zafó con solvencia; con Rodrigo omnipresente, mostrando el peso en el equipo que se espera de él y Saúl multiplicándose en labores defensivas, la Real tan sólo pudo recurrir a los pelotazos colgados desde los costados por Zaldúa y Theo y ahí la pareja de centrales uruguayos se hicieron los amos del partido. Despejaron y despejaron y tan sólo en una ocasión tuvo que aparecer Oblak para estirarse en un cabezazo de Merino que llevaba marchamos de gol.

El Atleti agotó el tiempo y desesperó a la Real y se llevó tres puntos enormes en los que mostró su mejor versión, con y sin balón, dos registros que le serán imprescindibles para poder seguir soñando.

Foto: atleticodemadrid.com

Autor: José Luis Pineda

Colchonero. Finitista. Torrista. Nanaísta. Lector. Escribidor a ratos. Vivo en rojiblanco.

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