Un pasito pequeño y enorme (1-0)

Lo sencillo es encasillar, ajustarnos a un patrón y describir con precisión una cosa que en realidad no existe. ¿A quién le importa la verdad? Importa no salirnos de los límites, porque eso ordena la sencillez. El resto es complicarse la existencia, adentrarse en el tenebroso terreno del pensamiento, del análisis, de las palabras que no están vacías. Parecía el Atleti – Bayern un partido sencillo, a juzgar por los análisis previos, poco más que el antagonismo más estricto enfrentado. El Bayern, el equipo de Guardiola, el adalid del buen gusto y del fútbol ofensivo contra el Atleti, el equipo de Simeone, la defensa, la destrucción, el desprecio. Pero en una semifinal de Champions el fútbol descubre a los fariseos de la simpleza y el Calderón vibró ayer con un enfrentamiento soberano que incluyó muchos partidos en uno y al que los abanderados del tópico le costará analizar en los días venideros.

Salió el Atlético con las ideas muy claras, queriendo presionar al Bayern que guardó a Muller y a Ribery en el banquillo. Sólo Dios sabe lo que pretendió Guardiola, tal vez ajustar mejor las subidas de los laterales contrarios, contener un poco, eso que llaman especular, pero no resultó así, porque el Atleti presionó arriba con ese genio de púgil caro, que sabe guardarse el aliento, que baila y baila y cuando golpea mata. Saúl, en el once, en la jugada de todos sus tiempos, arrancó con potencia en tres cuartos driblando a uno, y ahí ya imprimió ritmo y encaró portería, tac tac para dejar a otros dos en un eslalon imposible y cuando se adentró en el área todavía tuvo tiempo para simular una bicicleta, para levantar la cabeza y colar la pelota en el rincón de Neuer, ante la oposición de Vidal y Álaba, que se cruzaron para no llegar. Saúl había esculpido una obra de arte que puso al Atlético por delante y fue el prólogo de una primera parte en la que los de Simeone enseñaron al mundo que su virtud no es esa que vocean aquellos a quienes tanto molesta su presencia. El Atleti es un equipo soberbio, que construye desde la defensa un entramado imposible para los rivales, sean estos el Barcelona del triplete, o el impresionante Bayern de Guardiola.

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Golazo de Saul. Foto: Ángel Gutiérrez – clubatleticodemadrid.com

En la segunda mitad el Bayern dio una exhibición de alternativas. Metió al Atlético atrás, lo hizo a fuerza de talento y de cambiar el guion en cada jugada. Ora lo intentaba por bandas con los laterales muy abiertos, ora los extremos venían al medio, ora con hombres de segunda línea. El Atlético sufrió a la manera en que lo hace el Atlético, de esa manera solidaria y abnegada que imposibilita no tener amor por ese equipo que lo da todo en cada trance, como si en él estuviese el fin de la vida.

Empujó y empujó el Bayern, Lewandowski empezó a tener presencia, Vidal omnipresente caía a banda para apoyar a Costa, volvía al medio, iba, venía. Sus variantes complicaban al Atlético que respondía con más ayudas, más tesón, siempre un jugador en la ayuda, siempre la retaguardia para prevenir el error y en última instancia, un Oblak imperial regalando seguridades por arriba. Guardiola metió a Ribery y Muller para ir con todo a por el gol que le diese la ventaja para la vuelta pero curiosamente ahí, cuando el Bayern jugó con cinco hombres de arriba, el Atleti se liberó del asedio. Augusto, descomunal, empezó a jugar con Gabi, a tener un poco más el balón. Filipe, impresionante toda la noche, volvía a subir y combinar con Koke. En esos minutos tuvo el Bayern el empate con un trallazo de Álaba al larguero pero también tuvo Torres el segundo con una jugada de ensueño que le hubiese dado medio billete a Milán y otro medio a la Eurocopa, pero que terminó estrellándose en el palo.

Fueron mil partidos en uno. Dos equipos permeables que caminaron por un encuentro digno del nivel de la competición que disputaban. Dos equipos inmensos que ofrecieron un espectáculo muy lejos de la simple antagonía de estilos que barruntaba la previa. Y también un estadio especial, un estadio que convocó al tercer anfiteatro, a sus mayores, un estadio que quiso honrar la memoria de un episodio que probablemente marcara la Historia del club, y que jaleó cada jugada de la misma manera en que sus jugadores interpretaban cada carrera, con ese espíritu apocalíptico. Un Calderón que asfixiaba, en el que, si se miraba bien, se podían ver extraños hologramas, imágenes en blanco y negro, Luis, correteando la banda, Adelardo mirando para el palco, un rubio de nombre impronunciable, el abuelo, que se asomó desde arriba, y todos, todos, todos, compartiendo el mismo sentimiento que hace llorar con solo pensar en él. El Atleti dio solo un paso. Un paso pequeño, pero un paso muy grande.

 

Foto: Ángel Gutiérrez – clubatleticodemadrid.com

 

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Autor: José Luis Pineda

Colchonero. Finitista. Torrista. Nanaísta. Lector. Escribidor a ratos. Vivo en rojiblanco.

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