Era una incógnita la manera en la que el Atlético iba a afrontar el último e intrascendente partido de la fase de grupos de esta Champions. Un rival de campanillas, el Bayern, y un escenario a la altura, el Allianz Arena, para ver si Simeone daba descanso a los habituales, si había relajación y fiesta o esa imperecedera necesidad de ganar. El argentino dejó claras sus intenciones: dio las concesiones justas obligadas por la necesidad. Apenas los laterales y el delantero. Le dio otra oportunidad a Gaitán y avisó a todos, por si alguno todavía no se había dado cuenta, de que para él, en el fútbol no existen la intranscendencia ni los partidos con tinte de amistosos.
Luego la realidad nos alejó de las intenciones porque salió un partido relajado, que cuando alcanzó la segunda mitad ya parecía “un solteros contra casados”. Un Bayern fue dominador y terminó ganando por la mínima con relativa justicia. En la primera mitad, el equipo bávaro se adueñó del balón y puso al Atlético a correr. Salvando diez minutos decentes en los que se encontraron Koke, Carrasco y Griezmann, combinaron a un toque e incluso generaron dos ocasiones de gol, el resto fue un monólogo alemán que tampoco traducía su dominio en peligro certero para Oblak. El Atlético entregó el balón y sus opciones a la poca profundidad del Bayern, a la comodidad con la que la defensa esperaba las romas acometidas rivales. Gaitán perseguía sombras y el balón no duraba dos pases en posesión de los de Simeone que se fueron al descanso sabedores de que así sería imposible remontar el golazo que hizo Lewandoski de libre directo mediada la primera parte.
En la segunda, el Atlético trabajó un poco la actitud, entendiendo el contexto, pero con eso no le alcanzó para poder acercarse al empate que evitase su primera derrota en esta competición. Simeone había bien acostumbrado tanto a la parroquia colchonera que ahora cualquier derrota que otrora hubiera sido defendida con dignidad se torna en interrogante sobre el estado actual del equipo. Como si el Atlético ya no pudiera perder nunca, de cada derrota se perfila un nuevo desánimo, un equipo venido a menos, con la ambición tocada, con poco gol. Siempre es ya así en esta nueva y bendita era que ha instaurado Simeone para los atléticos, pero lo cierto es que el único análisis que puede hacerse de un partido como el de ayer es que el Atlético lo convirtió en un amistoso, porque ya había sido primero de grupo una jornada antes y al Bayern, al de Múnich, sólo le quedó la honra de pelear por la victoria tras haber sido relegado a la segunda plaza. Lo bueno y los verdaderos análisis vendrán más tarde, en febrero, cuando lleguen los octavos.
8 diciembre, 2016
Es admirable el interés que despierta año tras año una competición tan amañada como la Champions.
Me pregunto a quien habrán elegido la UEFA y Pérez como campeón para este año.