En el descanso de la Copa era un jugador retirado por todos. Con la velocidad perdida, caminaba lento, sin rumbo, trastabillado, controlaba peor que nunca. Desaparecía del juego y cada vez que se reparaba la vista en él era para señalarle un nuevo defecto. Parecía querer por fin dar la razón a aquellos que llevan diez años enterrándolo pero una vez más se empeñó en resucitar de nuevo. Lo hizo en el momento más oportuno, en el que hubiera parecido el menos propicio, ante el peor rival, en un partido grande. Ese fue siempre su hábitat natural y ahí, en el descanso de la Copa, emergió y rescató a un equipo que estaba perdido. Enseñó el camino y tras él todos corrieron disciplinados para traer de vuelta al Atlético que el Calderón quiere ver. Y después, unos cuantos días, decidió estrenar una nueva vida. Dos goles al Leganés y algo más importante, un ejemplo de compromiso, de lealtad, de saber estar cuando no se está, de amor a unos colores al cabo. Torres dejó claro que todavía le quedan vidas antes de que vaya a cumplir treinta y tres años.
Simeone apostó por la continuidad del de Fuenlabrada para prolongar su buena actuación frente al Barcelona. Además, incorporó de inicio a Gaitán y formó en el medio con Gabi, Saúl y Koke. No hubo rotaciones para la defensa, que volvió a ser la de siempre. En el minuto uno ya tuvo Torres su primer desmarque de ruptura a pase de Griezmann y a punto estuvo de hacer el primero pero falló en la definición al plantarse frente a Herrerín. El Atlético salió fuerte y con convicción en busca del primer gol y el Leganés apenas tenía tiempo para achicar angustias. Llegando al primer cuarto de hora otra internada de Torres en el área terminó en un claro penalti. Fernando estaba enchufado al partido y Griezmann agarró el balón para empeorar su ya de por sí nefasta estadística desde los once metros. Paró el portero del Leganés pero Torres, más atento que ninguno, se anticipó al rechace para casi meterse dentro con el balón. Gritó el gol y el Atlético respiró tranquilo tras el fallo del francés.
El partido entró en el terreno del sopor, con un Atlético confiado, regulando esfuerzos, y esperando a un Leganés que, casi a empujones, se vio en la necesidad de tomar la iniciativa del partido. Hubo poco fútbol y la convicción de que los de Simeone tendrían que hacer el segundo si no querían complicarse al final. Nada más iniciarse la segunda mitad, Correa, que había entrado tras otro mal partido de Saúl filtró un pase al espacio para que Torres hiciese de nuevo ese gol que tantas veces le hemos visto repetido. Velocidad y picadita al portero al que no le alcanza la salida. El nueve del Atlético recuperó su sonrisa y acabó con el partido, que volvió a las trazas de la primera mitad. Relajación, sopor, y todo el mundo pensando en Barcelona.
Conviene ser cauto para enterrar a un tipo que tiene la capacidad de sobrevivir agarrado a los viejos valores del fútbol: sacrificio, humildad, trabajo. Torres resucitó a una nueva vida y el Atlético se aferra a sus goles como un motivo para la esperanza. El martes, la primera gran final de la temporada.
5 febrero, 2017
A este atlético, que nadie lo dé por muerto. El martes podemos perder, pero si ganamos ya veo a la malbada carroña, buscando algo para justificar su sueldo. Ahora dicen que Griesman, está vendido a un equipo inglés, ¡ya veremos!