Tras el duro golpe que recibió en el añadido frente al Chelsea, el Atlético se desplazó a Butarque para sumirse en un laberinto oscuro. Se introdujo sibilinamente en un territorio conocido y cruento, el de su inoperancia ofensiva, un lugar en el que a veces se pierde, donde no hay luz ni gol, si no su propio discurso invertido. Un laberinto que es como una regresión a un tiempo no muy lejano donde todo en el Atleti era insustancial, mísero y gris. Salió de allí con un punto gracias a su majestuoso portero, la única luz al fondo del pasillo de los días sombríos.
El Leganés no tenía muchas más opciones, necesitaba replegarse, ahogar los espacios, desesperar al Atlético, invitarlo a entrar por su propio pie en el laberinto oscuro. Simeone, que sabía hacia dónde se dirigía, no consiguió virar la nave. Cubrió las bajas en el flanco izquierdo de la zaga con una defensa de tres centrales, un planteamiento extraño que dejaba a Saúl de falso lateral izquierdo y con un tridente de bajitos arriba: Vietto, Correa y Antoine. El Leganés quiso protegerse y lo hizo y el Atlético, estático, lento en la circulación, sin ideas, sólo podía ser rescatado por algún destello del talento de alguna de sus estrellas. Pero las estrellas estaban ocultas, se habían dejado arrastrar al agujero negro y no hubo forma de penetrar, siquiera de acercarse, a la portería de Cuéllar.
La segunda mitad fue aún peor. Entró Carrasco y no se notó en nada, y, a falta de media hora para el final, con un Atleti romo, estéril, casi nulo, con cero a cero en el marcador, Simeone mandó un recado al mundo. Sacó el cartelón del siete y sentó a Griezmann en el banquillo. El partido estaba para aparecer, para intentarlo al menos, para que el francés abotonase con rabia los galones y tratara de agarrar el balón, pero Antoine parecía un soldado huido, escondido en secarrales extraños. Simeone no perdona a quien se esconde y lo sacó fuera de la batalla en una decisión que traerá polémica pero que sólo ofrece una salida a la estrella francesa: reflexionar y volver a la primera línea.
Con Griezmann fuera, Torres fue una sombra de sí mismo. Simeone metió a Vrsaljko para recomponer una defensa de cuatro pero al partido lo único que le aguardaba eran un par de manos increíbles de Oblak para salvar un punto que a la postre fue bueno, por lo expuesto por uno y otro equipo. El Atlético fue empujado al final de su laberinto oscuro y tendrá que trabajar mucho para tratar de alejarse de ese lugar donde habitan sus fantasmas, que son conocidos y terribles.
1 octubre, 2017
esta no tiene solucion con este tecnico. Ya ha,dado todo lo q tenia,q dar.quedarem terceros, y gracias.
2 octubre, 2017
Bueno, hay que tener en cuenta que hemos perdido 4 puntos, contra 2 equipos muy inferiores. El Cholo ha hecho mucho por el atlético, y seguirá haciendo más, pero cuando se equivoque, como en el último partido, hay que decirlo y nada más.
Me pregunto: ¿Qué tiene Vieto que no tenga Torres para jugar siempre? Nunca entenderé como al niño se le niega el pan y la sal, sin justificación; ¡Parece que Simeone tiene celos de él!
En fink, que soy cholista, pero cuando no hace bien las cosas, se dice y …