Los caminos que conducen al amargor son inescrutables. El Atleti llegó a Holanda con la lección bien aprendida desde Leverkusen, con la firme intención de no verse superado por un rival al que todos catalogan de inferior y dejar la zozobra y la duda ocultas en un perdido rincón de Eindhoven. Lo consiguió en parte, porque no se vio superado, porque enseñó a Europa la superioridad que se le suponía, pero regresó con un amargor similar, acaso peor, volvió con el amargor de su propia impotencia, con un problema oficial con el gol que alimentan la duda y también la zozobra y la traen de vuelta a Madrid, huida del rincón oscuro.
Simeone sorprendió a todos con un centro del campo de canteranos en el que Óliver se enfrentaba a una oportunidad de las de puerta grande o enfermería y volvió a sentar a Torres para dar entrada a Vietto junto a Griezmann en la punta de ataque. Salió bien plantado el Atlético, dejando hacer al PSV y encontrando un chollo por el centro de la zaga holandesa que explotaron bien los delanteros con diagonales al espacio. Tuvo un mano a mano Vietto en el minuto tres al que llegó muy forzado para definir con éxito, tuvo una ruptura Koke en la que la vaselina con la que intentó batir a Zoet salió blandita y tuvo la más clara Griezmann en un uno contra uno que no supo resolver y sacó con presteza el cancerbero rojiblanco. En apenas veinte minutos el Atlético pudo haber matado el partido y la eliminatoria pero las circunstancias estaban para alimentar el malicioso debate.
El PSV hacía lo que podía, agarrado al descaro de un joven uruguayo, Pereiro, que en uno de sus primeros lances intentó tirarle un caño a su compatriota Godín. ¿Qué hacés pendejo? ¿Un cañito a papá? Una acción que no llegó a nada pero que terminó diciendo muchas cosas. Pröpper estuvo a punto de marcar al resolver con la puntera una suerte de rechace dentro del área, pero Oblak estuvo atento para resolver el único contacto con el balón que tuvo en todo el partido. Eso fue el PSV, voluntad, un lateral incisivo, un uruguayito descarado, unos centrales blanditos y, eso sí, una hinchada descomunal que tapaba agujeros haciendo temblar el estadio.
El Atlético daba buenos síntomas, Vietto se movía con soltura por el frente de ataque, ofreciendo la movilidad que tal vez le exija Simeone, la defensa apenas tenía ocasión de mostrar su solidez, Gabi estaba bien en el corte y la recuperación, Saúl inmenso en su ida y vuelta permanente y a partir de él, el Atleti empezaba a difuminarse. Óliver muy lejos de la puerta grande, Koke desdibujado y Griezmann desaparecido es una ecuación que apenas puede conducir hasta el fracaso.
En la segunda mitad los del Cholo controlaron todavía más el juego, en la misma medida en que fueron haciéndose más planos y previsibles en ataque. Una función varias veces repetida. La lentitud de Gabi llora la ausencia de Tiago, Koke ni en pelota parada y Óliver acercándose cada vez más a la enfermería empezaban a mostrar lo que luego terminaría siendo. Pereiro se la jugó ante Godín y vio la segunda amarilla en una acción que podía resultar decisiva para el partido y que lo fue en cierta forma para evidenciar la torpeza del Atlético de Madrid para perforar en estático defensas cerradas. Con veinte minutos por delante y un equipo, el local, agarrado al cero a cero y al fervor de su afición, Simeone trató de revolucionar el ataque dando entrada a Torres y Correa. El argentino aportó la chispa, pero no fue suficiente. El ídolo apenas un par de disparos hacia ninguna parte. El tiempo transcurría y el Atleti se ahogaba en su propia desesperación. Acumuló hombres, trató de percutir con Juanfran y Filipe pero un PSV voluntarioso y juntito bastó para cerrar el partido sin que apenas le hubieran creado una ocasión de gol.
Por primera vez en mucho tiempo al Atleti le falló la elección del nueve y ha tenido el inmenso mérito de mantenerse aferrado a su defensa. Ahora llega el momento en el que tal vez no baste con eso, el momento en el que los goles decidirán el paso. Griezmann se empequeñece a la vez que Torres pierde fuelle, que Vietto no se encuentra, y que Correa todavía está lejos de ser el ‘angelito’ salvasor. Con Carrasco lesionado y Jackson en China, el gol ha dejado de ser una solución para convertirse en el problema. La zozobra y la duda vienen de vuelta desde Holanda aferradas a la melancolía que atraen los cero a cero. La amargura que borran los goles. La eliminatoria se resolverá en el Calderón.
Foto portada : Ángel Gutiérrez – clubatleticodemadrid.com