Lo más positivo del Coronavirus es que nos ha traído un tema nuevo para opinar sin tener ni puta idea. A falta de fútbol, está bien variar un poco y encontrar asuntos novedosos. Poco a poco vamos saliendo del hoyo, recuperando nuestra vida social y dejan de darnos la turra los dj´s en los balcones con el ‘Resistiré’. Me gusta imaginarlos amordazados y atados a un árbol, como el bardo de la aldea de Astérix, mientras nos vamos adaptando a la nueva normalidad. Aunque, de momento, Jesé ha dejado embarazada a otra ex, el PSG ha vuelto a ganar la Ligue 1 y cuatro jugadores del Atleti se han lesionado nada más comenzar los entrenamientos, por lo que tampoco se puede decir que esta normalidad parezca muy diferente de la de antes.
Durante estos dos meses largos, las cosas sí tienen un sabor diferente. Las cervezas en casa, los goles de los partidos repetidos o las noches sin hacer nada son distintas de las noches sin hacer nada de antes. Con la pandemia he vuelto a ver la final de copa de 1992, la de 2013 o la consecución de la Liga en Barcelona y las sensaciones no tienen nada que ver con las vividas entonces. Curiosamente, también he vuelto a ver la final de la Champions de 2014 y revivir que el cabezazo de Ramos en Lisboa sigue doliendo como el primer día. Como sobra tiempo, le he dado vueltas al tema y he llegado a dos conclusiones. La primera es que en el fútbol, el amor o los bares los recuerdos punzantes son más intensos que los felices. Y la segunda es que siempre será doloroso que Sergio Ramos te gane a algo, lo que sea, precisamente por su cabeza.
Tuve la esperanza de que estrenaríamos mentiras con la pandemia, pero las perdí pronto y ya estoy convencido de que continuaremos con las habituales y que nada cambiará demasiado. Pasó lo mismo cuando irrumpieron los nuevos partidos en la política y esperabas que sus mentiras fuesen nuevas, pero con el tiempo comprobé que sólo son mentiras antiguas, actualizadas y rescatadas del olvido. Irrumpió con fuerza la vieja mentira del teletrabajo, que al principio me preocupó un poco, hasta que comprobé que en casa se puede perder el tiempo igual que en la oficina y que en lugar de salir a la cafetería basta con abrir la nevera. Tampoco los medios deportivos han estado muy originales este tiempo. Han dedicado gran parte de su espacio al humo de los fichajes de Madrid y Barça que, como siempre cuando no hay competiciones en marcha, parece que ficharán a media Europa. Excepto en el Atleti que, ante la ausencia de ingresos, su fichaje será Diego Costa. El repertorio habitual de mentiras.
1 junio, 2020
Mi versión de aquella Final de Lisboa difiere de la comúnmente aceptada.
Me voy a centrar en el aspecto deportivo, dejando de lado otros aspectos bochornosos como los que se vivieron en el Palco de autoridades donde, al parecer, solo representaban a un equipo.
En Lisboa, el árbitro Kuipers cambió radicalmente su línea de actuación en los últimos diez minutos del tiempo reglamentario. Quizá cuando vió al «todopoderoso» real madrid contra las cuerdas, le entró el pánico y decidió convertirse en un aliado del cuadro merengue. Hasta entonces, su arbitraje fue aceptable, aunque siendo puntillosos, bien podría haber enseñado la segunda amarilla a Ramos por una falta a Villa al filo del descanso.
En los últimos diez minutos, Kuipers decidió, me imagino que por su cuenta, echar una mano al equipo merengue.
Salió Morata al campo a falta de 10 minutos para el final y, como si de una señal se tratara, comenzó el festival de Kuipers.
Permitió que Morata se hinchara a dar patadas de manera impune, (el mismo que ahora defiende la rojiblanca y calla), primero a Gabi, después a Godín y finalmente a Juanfran al que cazó por detrás y lo acabó de romper, con la misma impunidad se movió Carvajal, cortando con una patada por detrás una jugada magistral de Villa en el centro del campo.
Kuipers decidió prolongar cinco minutos, en una decisión bastante discutible porque en la segunda parte solo hubo cuatro cambios. En aquel año 2014 no se aplicaba la norma de 30 segundos por cada cambio, sino que quedaba a criterio del árbitro, los dos cambios del real madrid fueron muy rápidos (lógicamente) siendo incluso inferiores a los 30 segundos. El cambio de Raúl Garcia no se demoró más de 35 segundos y la única pérdida de tiempo reseñable, fue la lesión de Filipe en el minuto 83, que se demoró 1 minuto y 45 segundos (cronometrados). Por tanto, si Kuipers hubiese descontado 3 minutos no hubiera sido demasiado injusto, descontando 4 minutos se hubiera pasado un poco y desde luego, los 5 minutos fueron un golpe psicológico para el Atleti y un regalo decisivo para un real madrid que era superior físicamente al Atleti.
La jugada que precede al gol del empate madridista, es un córner en el que previamente hay una falta de Modric a Villa, una de esas faltas que se pitan siempre en las primeras partes y que Kuipers ignoró, porque estaba ya en el minuto 93, en la fase del «todo vale» y a la desesperada.
El broche final lo puso el bloqueo-codazo-placaje (como quieran llamarlo) de Bale a Juanfran en el gol del empate, que debería haber sido sancionado.
Tiempo después, Sergio Ramos colgó la imagen de ese momento en sus redes sociales, para celebrar su cumpleaños, curiosamente tomada desde un ángulo en que se ocultaba la acción punible.
Quede claro que no estoy justificando la derrota, sino exponiendo los hechos que sucedieron. A menos que Kuipers, imitando a Clattenburg, decida confesar su fechoría.