¿Cómo estamos? (I)

Llegados a estas alturas de la temporada, envueltos en turrones, test de antígenos y cuarentenas menguantes, bien merecen las circunstancias un repaso sobre la actualidad rojiblanca, que ya va siendo hora de desempolvar la pluma. 

Pero, Don Emilio, si todavía no ha llegado el fin de la primera vuelta. ¿No queda esto escasamente simétrico y precipitado?

-Mire oiga, si quieren simetría y templanza, vayan ustedes a buscar a Jurgen Klopp, que es un señor cabal de esos que ya no quedan, siempre que gane, claro. Si pierde, se amohina y expulsa espumarajos por su teutona boca. ¡Qué hombre, Jurgen Klopp! ¡Siempre en chándal y siempre elegante! 

Hasta el momento, la temporada del Atleti debe ponderarse teniendo en cuenta dos variables de contexto principales. Por un lado, la sensación de que el destino en forma de nueva anormalidad nos privó de disfrutar debidamente del título del año pasado. Podría decirse que una parte de la afición atlética anda con las ansiedades por la nubes y se reencuentra con el equipo con la necesidad imperiosa de recuperar un tiempo que se considera perdido. Afronta entonces el impaciente seguidor los partidos con la actitud con la que sale de noche un padre de familia numerosa. No acaban de cumplirse los primeros minutos del choque y el aficionado/padre con licencia para salir de farra exige ir venciendo por tres goles de ventaja, que los camareros le rellenen el vaso con solo levantar una ceja y tener ya anotados en la agenda los teléfonos de varias mozas con edad de no haberse citado para la tercera dosis. Ignoran los trasnochadores aficionados que la liga se ha igualado, quizás por lo bajo, y que ya no se gana a los equipos al trote cochinero. Decía lo de quizás por lo bajo teniendo en cuenta el desempeño de los equipos españoles cuando salen de viaje a Europa y no hay forma de quitarse la sensación de que los rivales mantienen pulsada una combinación de teclas que les otorga hipervelocidad, disparo de fuego y morritos de protagonistas de comedia romántica. Uno, que anda mayor y resabiado, cree que es bueno que la liga esté disputada y que ganar en Pamplona o en Granada cueste sangre y sudores. También opina quien suscribe que no es malo que la clasificación ande apretada y que a la competición le sienta bien que haya varios equipos con opciones, aunque ya habrá tiempo para que los anfitriones de la sala del VAR pongan las cosas en su sitio interpretando, por ejemplo, que las manos de Piqué o Carvajal son menos manos que las de Lodi, tal vez porque el brasileño gaste manos de pelotari que seguramente tengan explicación en su conocido antepasado Koldo Renanlodietxea, originario de Rentería, cuyo hijo se marchó para Brasil en busca de fortuna, mestizaje libre y terreno virgen para correr como un carrilero largo. 

El otro aspecto a tener en cuenta es que parte de la hinchada ha llegado a interiorizar que la plantilla del Atleti para este año es la mejor de su historia porque lo llevan repitiendo meses contertulios que saben de incidencias acumuladas, de coladas y fajanas y de plantillas redondas. Los insignes tertulianos sostienen, mientras hacen tiempo entre los entrantes y la piedra caliente sobre la que someterán medio quilate de lomo alto de ternera del Guadarrama, que al Atleti hay que exigirle ganar siempre y jugar como la naranja mecánica, que tan mecánica no sería cuando el zumo de los títulos se mostró tan seco. No analizan en cambio, tal vez por no querer o por ser de mala educación un análisis de sobremesa entre regüeldos, que el equipo anda desequilibrado: cojo de laterales, escaso de centrales y superpoblado de mediapuntas (¡Ay!). Más allá de las oportunidades que ofrecía el mercado, el equipo necesitaba un tresillo, como decía aquel, y se trajo de vuelta a un francés que dividió a la afición, distraída en decidir si merecía ser pitado o directamente nos cagábamos en sus antepasados con la boca entornada. Todos los apasionados debates accesorios impiden descubrir que los tertulianos pretenden jugar con la ventaja y la barriga llena: perdiendo el equipo de sus amores, que suele ser el de siempre, es lógico porque el equipo de Simeone es mejor libra por libra. Si ganan, qué malo es el entrenador argentino con los mimbres que tenía y qué mérito tan enorme el de los suyos, jugando además en un estadio situado sobre un cementerio de cáscaras de pipas con sal. 

image ¿Cómo estamos? (I)

-¡Lo que nos faltaba, otro talibán en la defensa de Simeone! ¡Aburre usted, Don Emilio! ¡Aburre lo mismito que el Cholo! 

-Por no mandarle a freír monas, debo mandarle a usted a Manchester, a que se le turben los sentidos con el disfrute que el City de Pep proporciona. Dicen los más creyentes que no es difícil adivinar en la grada a un buen número de espectadores con los ojos en blanco mientras juntan los muslos. ¡Es el mayor éxtasis posible para los amantes del truquitaka y de los jerseys de pico!

Con estas premisas, uno considera que la temporada del Atleti ni es la que esperábamos ni tampoco merece un suicidio colectivo. A estas alturas, el equipo colecciona partidos y resultados más raros que un perro verde. Encuentros y marcadores desazonadores, que nos pillan con el pie cambiado las más de las veces. Muchos choques nos dejan una sensación parecida a la de reencontrarse con antiguos compañeros de colegio a los que no reconoces en esos señores calvos y barrigones que te hablan de cuando compartiais litronas juntos mientras piden un filete de pollo a la plancha sin sal. Lo más preocupante, dietas insulsas aparte, quizás sean ciertas señales de fragilidad y de falta de carácter que el conjunto muestra. Llegados a este punto merecen dudas la confección del elenco y las modificaciones en el sistema que ha habido que afrontar con el paso de las jornadas. Con la mitad del curso casi superado, uno no recuerda partidos absolutamente redondos, pero sí episodios muy meritorios de juego como contra el Barcelona, el Villarreal o la reacción contra el Liverpool en nuestro feudo hasta la expulsión del marido de Erika Choperena. También se recuerdan esperpentos infumables, especialmente concentrados en algunas primeras partes, muchas de ellas europeas, para más señas. En la parte positiva, destaca la capacidad de reacción del equipo para sobreponerse y dar la vuelta a los partidos y a los arbitrajes, algunos desquiciantes tirando a joputescos del inicio de temporada. En el plano negativo, preocupa enormemente el desempeño defensivo por encima de cualquier aspecto, pero también se echa de menos cierta falta de oficio, o más bien, se echa de menos a tipos como Gabi, Raúl García o Godín, tipos de los que alzan la voz, te agarran de la pechera y hasta te abofetean de manera didáctica si fuera necesario. Ante esta carencia, que el año pasado, quizás por ser un curso extraño de narices, no se convirtió en capital, deambula el equipo por los partidos inseguro, sea cual sea el marcador, y tiene uno la sensación de que el área propia se ha convertido en una reserva protegida de balones sueltos para ser cazados por cualquier delantero que pase por allí aunque sea a domiciliar el recibo del IBI. El abajo firmante, que ya peinaría canas si tuviera algo que peinar, cree firmemente que la mutación en flan de la defensa e incluso la impotencia de Oblak se encuentran alojadas en la sesera más que en la pizarra. No obstante, debo emplazarles a una segunda entrega de este análisis precipitado, poco simétrico y hasta aburrido. 

-¡Y ahora el tío lo deja aquí y se marcha, amenazando además con otro episodio! A mí esto de los segundos platos me suena a camelo. 

-No vuelvan si así lo consideran, que es cierto que los amores a doble partido no suelen funcionar. Salvo que se llame usted Carlo, claro. Eso sí que es volver sin la frente marchita. 

Autor: Emilio Muñoz

Atlético, luego indio y por último colchonero.

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