Castillo de naipes

Después de una década construyendo, en base a la más absoluta nada, un relato que nos hablaba de constante crecimiento de la entidad, el Atlético de Madrid ha vuelto a demostrar que, lejos del paraguas de Simeone, continúa siendo un Club caótico. El primer bache grave de la era cholista es un hecho. El equipo es lo contrario a un conjunto fiable y en muchas fases nos recuerda a una época en la que lo mismo ganabas al Barcelona en un partido loco como la jornada siguiente te metía tres goles en casa el colista. La contundencia defensiva ha desaparecido y el conjunto de rojiblanco acumula unas estadísticas de goles en contra que, comparadas con las de este tiempo atrás, son paupérrimas. Los que no hace mucho argumentaban que el fútbol consistía en algo más que defender, han hecho suyo el argumento de fragilidad defensiva para, una vez más, pedir la dimisión del mejor técnico de la historia rojiblanca.

El Atlético de Madrid ha tenido este invierno una oportunidad inmejorable para mostrar al mundo del fútbolque va en serio y que su salto a la elite continental está fundamentado sobre algo más que un estadio recién estrenado o una, mal llamada, marca que no para de expandirse. Desde la dirección deportiva han sido incapaces de reforzar una plantilla que, desde finales de la temporada pasada, se ha visto descompensada y agotada tras el esfuerzo final para conseguir la Liga. En lugar de eso, los que un día te defienden que no hay dinero y al siguiente utilizan el poco efectivo que hay en caja para traer a cualquier juvenil portugués, han permitido que el lateral derecho titular saliese por una cantidad que no concuerda con el estatus de pieza clave que el inglés tenía en el esquema de Simeone.

Tras la derrota ante el Levante, y mientras se sucedían varias noticias que hablaban del último año de Simeone, e incluso daban nombres para sustituirle la próxima campaña, el Club hizo mutis. Los dirigentes rojiblancos tardaron bastante en lanzar un mensaje de unidad de cara al exterior que cerrase filas en torno a la plantilla que salió campeona la temporada pasada y ratificase al entrenador que recogió un muerto y devolvió un campeón. Tampoco salió nadie a quejarse en Pamplona, tras otro partido en el que varios de los nuestros volvieron a sufrir un acoso y derribo que, parece ser, sale gratis. El Atlético de Madrid sigue sin tener una figura que defienda a la entidad ante los medios sin correr el riesgo de sufrir algún tipo de sanción.

Desde la grada ha emergido la figura del aficionado “exigente.” Una palabra que trata de enmascarar la realidad que empieza a aflorar en el fútbol actual: pago por lo que veo, si no me gusta me quejo. Sin romanticismo ni arraigo, puro clientelismo. Un sector que se cree poseedor de la verdad absoluta y que se erige como máximo defensor de la reputación del Club. En otro sitio quizá funcione, la historia del Atlético de Madrid ha demostrado que nuestra filosofía no casa con ese tipo de comportamientos.

Así pues, el primer bajón real de la era Simeone ha levantado el telón para enseñarnos que por detrás no había nada más que un decorado. Un estadio transformado en centro de negocios, un logo comercial para representar a una entidad con más cien años de historia y unas raíces abandonadas para adaptarse a las modas actuales. Todo eso, y mucho más, sostenido por un hombre de negro: Como un castillo de naipes

Autor: Marcos Martín

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3 Comentarios

  1. Hay que recordar que el sueldo del hombre de negro y el de toda la plantilla sería insostenible si no fuera por los del «decorado»: véanse las partidas de ingresos y gastos del club.
    Simeone, sí, claro que sí.
    Pero hay mucha más gente detrás en esta etapa.

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    • Más bien es el hombre de negro el que sostiene a los del «decorado» porque desde que llegó, estos no han hecho más que subir en el ránking de la lista Forbes.

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    • Simeone sobre todo y ante todo, sin él tendrías que dividir el presupuesto por tres o cuatro, recuérdaselo a los de las cuentas

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