El Atleti de sus socios

Manchester, año 2005. El empresario estadounidense Malcolm Irving Glazer se convierte en el propietario del Manchester United por el pago de 790 millones de libras –unos 895 millones de euros–. La operación se convertía entonces en la más controversida de la historia del deporte británico. Malcolm Glazer se había endeudado para adquirir el legendario ManU, poniendo de aval el propio club. De hecho, el magnate norteamericano utilizó dinero del mismo United para completar la compra, lo que terminó añadiendo 877 millones de dólares en deudas al balance de la institución. Aquello puso en riesgo la estabilidad económica del que era, probablemente, el club de fútbol más prestigioso del planeta. La respuesta de la hinchada ‘red devil’ fue casi unánime: todos rechazaron con vehemencia la llegada del nuevo propietario.

A partir de ese momento, Old Trafford abandonó su habitual color rojo y se llenó de bufandas auriverdes como señal de protesta. La elección de esos colores no fue casual. Respondía a los de la primera equipación del United en su historia, cuando se denominaba Newton Heath Lancashire and Yorkshire Rollway. Lo que aquellos impetuosos aficionados no sabían es que su elección se convertiría en un emblema mundial. Sin embargo, cientos de hinchas fueron más allá. Unos meses antes de la adquisición del United por parte de Malcolm Glazer, en Manchester se había fundado el FC United of Manchester, un club semi-profesional formado por algunos de los aficionados más críticos con la compra del ManU por parte de Glazer. Si bien su creación no se produjo como respuesta directa a la operación, la reacción de muchos aficionados fue inminente. De pronto, el United of Manchester ganó cientos de socios que abandonaron sus asientos en el ‘Teatro de los Sueños’. Pocos años más tarde, ‘Los Rebeldes Rojos’ llegaron a acumular 6.731 espectadores en un partido de la Sexta División Inglesa, récord absoluto de la categoría. Había nacido la rebelión del fútbol popular.

Aquel no fue el primer vestigio de revuelta frente a los abusos del dinero en el fútbol moderno. Tres años antes, en el distrito londinense de Wimbledon, la directiva del Wimbledon FC y la Federación Inglesa (FA) acordaban el traslado del equipo fuera de la ciudad. No contentos con eso, su nombre cambiaría años más tarde por el de Milton Keynes Dons. Cuatro mil hinchas del Wimbledon salieron en masa para inscribir a un nuevo club: el AFC Wimbledon. Hoy se encuentra en la Football League One, categoría en la que también juega el Milton Keynes Dons. Casualidades de la vida.

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Los ecos de la revolución en Inglaterra pronto llegarían a España. El origen del desencanto popular venía de tiempo atrás. Concretamente, de 1990. El 15 de octubre de ese mismo año, se promulgó la Ley del Deporte. En ella, se recogía la creación de las Sociedades Anónimas Deportivas (SAD), con el fin de solucionar las graves crisis que estaban sufriendo los clubes españoles durante los años 90. En ese tiempo, prácticamente todas las entidades deportivas pasaron de manos de sus socios a las de un único propietario. De pronto, los equipos de fútbol (a excepción de Real Madrid, Barcelona, Athletic Club y Osasuna) se transformaron en empresas privadas. El gran paso del hacia el negocio ya estaba consumado.

Uno de los clubes que vivieron ese proceso de transformación a Sociedad Anónima Deportiva fue el Atlético de Madrid. Por aquel entonces, en el cuadro rojiblanco mandaba la figura del controvertido Jesús Gil y Gil. El polémico mandatario colchonero, que se hizo con la presidencia del club en junio de 1986, había iniciado desde ese instante el robo del Atlético de Madrid. Subió exponencialmente las cuotas de los socios, endeudó el club hasta límites insospechados para disuadir a posibles inversores –gracias también a la incipiente labor de José María García desde la prensa–, no convocó elecciones en 1991 por miedo a perderlas y puso todo tipo de trabas a los socios a la hora de comprar acciones.

Pero lo peor todavía estaba por llegar. El 30 de junio de 1992, Jesús Gil y Gil y Enrique Cerezo Torres se hicieron con el 94,5% del Atlético de Madrid a través de unos pagarés por unas acciones que jamás llegaron a ingresar en las cuentas del club. Estos pagarés solo pretendían simular la compra de acciones del club pero, cuando estas acciones estuvieron en sus manos y el CSD aceptó su titularidad, el dinero de esos pagarés fue devuelto a su prestamista por orden de Gil y Gil sin llegar a ser ingresado nunca. Es decir, Jesús Gil se convirtió en el máximo accionista del Atlético de Madrid sin poner una sola peseta en el capital social del club. El 5,5% restante que habían comprado los socios ingresaría en una cuenta suya por medio de su empresa Promociones Futbolísticas. Aquel suceso derivó en una condena de dos años y un año de cárcel respectivamente para Gil y Cerezo por parte de la Audiencia Nacional. Sin embargo, la prescripción de su delito de apropiación indebida provocó que el Tribunal Supremo anulara la condena de ambos en 2004 y dejara sin efecto la devolución de las 236.056 acciones que poseían.

La fraudulenta conversión a SAD del Atlético de Madrid, así como la pésima gestión económica y deportiva del club, fueron el caldo de cultivo ideal para que una gran parte de la afición rojiblanca diera la espalda a sus dirigentes. Inspirados en el ejemplo de la afición del Manchester United, el Vicente Calderón empezó a decorarse con los colores verde y oro. Así, la célebre bufanda anti-Glazer se convirtió en el emblema contra la familia Gil y contra las SAD en general. Pero algunos valientes quisieron ir más allá. Así, el 5 de octubre de 2007, una escisión de antiguos socios del Atlético de Madrid fundó el Atlético Club de Socios.

El nacimiento del Socios supuso la aparición en España del fenómeno que se había propagado por Inglaterra: el fútbol popular. Un fútbol democrático, transparente y de la gente, alejado del carácter mercantilista del balompié moderno, donde los aficionados son meros clientes. Pese a las dificultades, el club presidido por David Vicente Pérez cuenta actualmente con secciones de fútbol (senior, juvenil y benjamín), fútbol 7, rugby (senior y escuela), fútbol sala y baloncesto. Su crecimiento tanto institucional como deportivo es una evidencia. Así se refleja en el terreno de juego, donde el primer equipo del Socios se encuentra liderando con firmeza el Grupo 3 de la Primera Regional madrileña con 52 puntos tras 20 jornadas, nueve por encima del Ciudad de Getafe. El buen rendimiento del equipo ha provocado que en El Bercial cada vez acuda más gente a apoyar al equipo rojiblanco.

Sin embargo, el éxito del Atlético Club de Socios se erige como el paradigma de la difusión que está teniendo el fútbol popular en España. La hinchada rojiblanca, pionera en este movimiento en nuestro país, ha permitido que otras aficiones disconformes con las gestiones de sus clubes se hayan animado a dar el paso. Es el caso de la Sociedad Deportiva Logroñés, el CAP Ciudad de Murcia, el Club Deportivo Palencia o, más recientemente, el Unionistas de Salamanca. La creación de estos nuevos equipos muestra el auge de una corriente cada vez más extendida en el panorama continental, como respuesta a la deriva puramente comercial que está matando el sentimiento en el balompié. Así lo reconocía el actual presidente del Club Atlético de Madrid SAD, Enrique Cerezo, donde afirmaba que “el sentimiento en el fútbol se tiene que acabar”. Justo aquello que el otro Atleti pretende salvar. El Atleti del aficionado. El Atleti de sus socios.

Autor: David Gómez

Alcarreño. Adicto a la buena música y a la escritura. Estudiando y haciendo periodismo con un micrófono y un papel. Esclavo de una pasión llamada Atlético de Madrid.

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3 Comentarios

  1. Nunca le perdonaré al Cholo, el desprecio conque está tratratando a Torres, debido a sus celos, porque nunca será igual.
    El argentino no ha ganado nada nuevo, Marcel, Merkel, Aragonés, y otros, han ganado todo menos la champions.

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